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Actualizado: 14 de octubre de 2025


De repente, al salir los cazadores de la espesura, cuando marchaban distraídamente y sin pensar en nada, el anciano Materne, deteniéndose tras unas malezas, dijo: ¡Quietos! Y con la mano señaló a la laguna, por entonces cubierta de una capa de hielo delgada y transparente.

Entretanto había llegado la apertura de la caza, y esta novedad trajo a los huéspedes de los Genets otro elemento de animación y de placeres. Las señoritas de la colonia se ensayaban en este género de sport, con gran desesperación y terror grande de los cazadores serios.

El señor de Candore había invitado colectivamente a todos los cazadores presentes en Argicourt a una gran batida en sus bosques en la semana siguiente. Y el joven oficial no esperaba más que la invitación particular fijando el día definitivo, cuando la tía Liette le dijo después de una ligera vacilación: ¿Deseas mucho ir a esa cacería? ¿Si lo deseaba? ¡Oh! ... Carlos la miró muy sorprendido.

El vecindario vió escuadrones de spahis, de teatrales uniformes, montados en sus caballitos nerviosos y ligeros; tiradores marroquíes con turbantes amarillos; tiradores senegaleses de cara negra y gorro rojo; artilleros coloniales; cazadores de África.

La cosa no podía ser más fácil, tal como la ponían los dos cazadores que conocían a palmos la cueva y sus inmediaciones. También se discurrió sobre la eventualidad de que su merced hubiera salido de paseo o en busca de provisiones al llegar nosotros a su casa, en la cual habría señales infalibles de su modo de vivir y de la mayor o menor frecuencia con que la abandonaba.

No; hay que ver lo que hemos tirado; eso servirá para animar a los compañeros; los perros que no muerden la piel del animal nunca son buenos cazadores.

En mi mismo pueblo de Horla recuerdo á dos cazadores á quienes sacaron los ojos por matar esos animales. Confieso que no me fuisteis muy simpático la primera vez que os y , pero desde entonces he aprendido á estimaros y ¡por la cruz de Gestas! no quisiera ver el cuchillo de los guardabosques jugándoos una mala partida.

El señor de Maurescamp, extremadamente pálido, miraba a de Sontis y esperaba. El oficial de cazadores vacilaba, interrogando con seriedad los ojos de Juana. Y bien díjole. ¿De qué tiene usted miedo? No vaciló más; tomó el cigarro que le presentaba la joven y lo puso entre sus labios.

El marido, Hunding, el feroz cazador, se despide de él al terminar la rústica cena «Tu padre era el Lobo y yo soy de la raza de los cazadores. Hasta que apunte el día mi casa te protege, eres mi huésped; pero así que el sol se remonte, serás mi enemigo y combatiremos... Mujer, prepara la bebida de la noche y vámonos al lecho».

Eres lazo de cazadores, la digo; tu corazón es red engañosa y tus manos redes que atan: quien ama a Dios huirá de ti, y el pecador será por ti aprisionado. Meditando sobre el amor, hallo mil motivos para amar a Dios y no amarla. Siento en el fondo de mi corazón una inefable energía que me convence de que yo lo despreciaría todo por el amor de Dios: la fama, la honra, el poder y el imperio.

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