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Actualizado: 14 de julio de 2025
La voz suena respetuosa y tímida, pero sus manos y sus ojos son confianzudos y tiernos. Habla con ella lo mismo que si fuese una comadre llorosa de su barrio, abrumada por una noticia fatal. Decididamente la guerra ha trastornado todas las organizaciones. Los socialistas son ministros y los viejos obreros revolucionarios acarician las manos de las duquesas que lloran. Nos aproximamos á la frontera italiana. Veo el chamberguito con pluma de gallo y el ferreruelo gris de los cazadores alpinos. El tren refrena su marcha ante las primeras casas de la estación de Mod
Frantz y Kasper irán a su encuentro, le vendarán los ojos al pie de la peña y le conducirán aquí. Nadie hizo observación alguna, y los hijos de Materne, cruzándose la carabina en bandolera, se alejaron bajo la bóveda en espiral. Al cabo de diez minutos los cazadores llegaron adonde el oficial estaba, hablaron con él breves momentos, y los tres empezaron a subir al Falkenstein.
A cada escopetazo cerraba yo los ojos despavorido; después, cuando los volvía a abrir, veía el llano inmenso y desnudo, y los perros corriendo, olfateando entre las briznas de hierba, entre las gavillas, girando sobre sí mismos, alocados. Los cazadores juraban detrás de ellos y los llamaban; las escopetas brillaban al sol.
Los filamentos de los árboles carnívoros eran guirnaldas de lámparas; los ojos de los animales cazadores, globos eléctricos; las insignificantes bacterias, glándulas fotógenas; y todos ellos abrían ó cerraban sus conmutadores fosforescentes según la necesidad del momento, unas veces para perseguir y devorar, otras para mantenerse disimulados en las tinieblas.
Un alemán más o menos entre cien mil no nos ha de sacar ciertamente de apuros; en cambio, si alguno de ustedes vuelve estropeado, será difícil encontrar quien le sustituya. ¡Oh, no tenga usted cuidado, doctor!, ¡iremos con el ojo alerta! Mis hijos respondió altivamente Materne son verdaderos cazadores y saben esperar y aprovechar la ocasión.
El joven oficial de cazadores, aunque muy inferior en fuerza muscular, poseía, a pesar de su débil apariencia, un temple de acero. Hacía mucho tiempo ya que era reputado maestro en punto a esgrima, y no tardó en darse cuenta del lado débil y deficiente del manejo, por otra parte muy temible, del señor de Maurescamp.
Las miradas de aquellos hombres se dirigían a todas partes, y el eco repetía el sonido como si fuesen muchos los disparos, mientras que se elevaba una ancha nube de humo encima del macizo de árboles donde se hallaban los cazadores.
Disgustáronse un poco al ver a la señora de Maurescamp sentar a su lado al capitán de cazadores, que era entre los convidados uno de los más jóvenes y de menos consideración; pero se iba al día siguiente y esa circunstancia explicó, en cierto modo, el excesivo honor que se le hacía.
Fue seguramente a consecuencia de este noble sentimiento, tan notable en las de su sexo, que la señora de Maurescamp pareció perdonar al joven oficial de cazadores su fea figura y mala reputación, y empezó muy visiblemente a honrar con su benevolencia a un hombre por el cual sólo había demostrado hasta entonces la más despreciativa indiferencia, y hasta aversión.
Después de eso no hay más que hablar exclamó Divès ; pero escucha, Hullin; no hay que creer que es empresa fácil cortarles el paso; todos los cazadores furtivos, todos los segares schileteros y leñadores de la sierra no bastarán para ello.
Palabra del Dia
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