United States or South Sudan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Pero la señora de Aymaret no pareció ni admirada ni enojada, porque desde el día que vio cómo Beatriz rechazara las proposiciones de Pierrepont, quedó convencida, por el lenguaje un tanto equívoco y las semi-confidencias de su amiga, de que ella tenía algún oculto amor, y a fuerza de reflexionar vino a dar en la flor de que entre todos los huéspedes de los Genets únicamente Jacques Fabrice, gracias a su talento y a su renombre, podía justificar la pasión de que Beatriz parecía dominada.

En la tarde misma de aquel memorable día de la entrevista, escribió Fabrice a la señora de Montauron dándole gracias por sus atenciones, y al día siguiente llegaba a los Genets acompañado de su hija Marcelita.

En estas incertidumbres transcurrió para él la primera semana después de su vuelta a los Genets.

La sociedad de invitados de los Genets se había, renovado en parte durante la ausencia del pintor, pero el personal femenino, aunque un poco más frío por la ausencia de Pierrepont, era siempre numeroso y brillante.

La propiedad de la vizcondesa hallábase frente del molino: los dos amigos la acompañaron hasta la portada y volvieron a los Genets haciendo comentarios sobre los atractivos de aquella encantadora criatura; mas de Beatriz no hablaron ni una sola palabra.

Su prolongada residencia en los Genets, aproximándolo aún más a la señorita de Sardonne gracias a cotidianas relaciones, fue exaltando su pasión de día en día, hasta ese punto en que ella puede ser rebelde y sorda a los argumentos de la razón, a los dictados del propio interés.

Estas señoritas, que se habían hecho amigas en los Genets, vuelven a encontrarse en París con recíproco placer de todas.

Continuó, pues, durante aquel día y los sucesivos, tomando parte activa en las distracciones de la bulliciosa colonia que habitaba los Genets, haciendo creer a su tía que se ocupaba a través de juegos y de risas, en profundos estudios y maduras observaciones acerca del carácter de aquellas señoritas, quienes, en realidad, lo tenían sin cuidado.

Cuando Pierrepont abandonó el castillo de los Genets en las circunstancias que acabamos de describir, hacía ya más de doce días que Fabrice también se hallaba de vuelta en París, súbitamente llamado por una indisposición de su hija Marcela, indisposición que dio cierto cuidado a las Hermanas de Auteuil, en cuyo instituto educábase la niña.

Tales eran las recíprocas relaciones de estas dos personalidades en los días en que Pierrepont llegó a la posesión de los Genets, precediendo en algunos a su amigo Jacques Fabrice.