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Actualizado: 30 de abril de 2025
La alegría corría otra vez por toda la casa; no había rincones seguros contra el atrevimiento de los amigos íntimos; y en los gabinetes, y hasta en las alcobas donde estaba aún el lecho virginal de las hijas de Vegallana, sonaban a veces carcajadas, gritos comprimidos, delatores de los juegos en que consistía la vida de aquella Arcadia casera.
Para exponer el estado del teatro español en el año 1835, cuando la revolución contra el clasicismo echó raíces profundas en la Península, conviene tener presentes las palabras de Larra, en la Revista española, al decir que es monstruoso el caos de títulos y de obras de nuestro teatro; porque, en primer lugar, encontramos la comedia antigua, con cuya denominación general se designan todas las obras dramáticas del tiempo de Comella; en segundo lugar, el melodrama, correspondiente á nuestro interregno literario y traído á España del teatro de la Porte de Saint Martín; en tercero, el drama sentimental y patibulario, hermano primogénito del anterior é importación también extranjera; después, la comedia llamada clásica de Molière y de Moratín, con sus versos asonantados ó su prosa casera; después, la tragedia clásica con su versificación pomposa, y su aditamento de metáforas y de pensamientos sublimes de sangre azul; además, las bagatelas de Scribe, insípidas á veces, y otras entretenidas; el drama histórico, crónica versificada ó en prosa poética, con trajes anticuados y decoraciones ad hoc; por último, para no olvidar nada, el drama romántico, género literario nuevo y original, nunca antes visto ni oído, especie de cometa que se presenta por vez primera en nuestro sistema literario, con su cola anunciando sangre y horrores, descubrimiento desconocido de todos los siglos anteriores, y reservado á los Cristóbal Colón del XIX; en una palabra, la naturaleza en la escena; la luz, la verdad y la libertad en la literatura; la proclamación de los derechos del hombre, la anarquía, en fin, empeñada en convertirse en ley.
Visitación, mientras sentada a los pies de la cama devoraba una buena ración de dulce de conserva, aseguraba con la boca llena que Somoza y la carabina de Ambrosio todo uno. La del Banco creía en la medicina casera y renegaba de los médicos.
Ella, escandalizada de tales teorías, le zurraba de firme, con aquel látigo de la moral casera, que tan bien sabía manejar... Puede ser; míster Robert la auxiliaría con algún consejo, si le encontraba en el escritorio, que no le encontraría quizá, por ser día de fiesta.
Entremeses, caldo de aves, sopa de yemas, tortilla de bechamelle, salmonetes con tomate, langosta a la americana, solomillos de carnero, liebre a la casera, cardo al natural, jamoncillo trufado, biscuit de coco, sopa cana, frutas, quesos y dulces, vinos, café y licores. Quinto.
En llanuras tan dilatadas, en donde las sendas y caminos se cruzan en todas direcciones, y los campos en que pacen o transitan las bestias son abiertos, es preciso saber seguir las huellas de un animal y distinguirlas de entre mil, conocer si va despacio o ligero, suelto o tirado, cargado o de vacío. Esta es una ciencia casera y popular.
Era el sahumerio de benjuí, única remembranza material de la tierra nativa que Almudena se permitía en su destierro vagabundo. El aroma especial, característico de casa mora, era su consuelo, su placer más vivo, práctica juntamente casera y religiosa, pues envuelto en aquel humo se puso a rezar cosas que ningún cristiano podía entender.
Como me había visto acercarme a su casa, salió a recibirme hasta el portal con una ropilla casera, poco más que de verano, a pesar de la frescura invernal del ambiente que corría; pero con buenos abrigos de carne blanca y rolliza que le asomaba en ronchas por los puños recogidos de su camisa de dormir y por encima del leve cuello de la americana.
Penetró esta también en la santa casa y subió al famoso santuario, lleno en aquel momento de fieles de todas clases, mezclados y confudidos el señor y el labriego, la dama y la casera, con ese aire de confianza, esa perfecta igualdad que muchos pregonan y sólo se comprende y se practica en el santo templo de Dios.
Entretanto, el joven había tomado pie del dicho de misia Casilda, para fundar sus teorías gastronómicas y anonadar con sus invectivas a la humilde cocina casera... mucha grasa, mucho aceite y ningún aparato; una fuente que se presenta en la mesa sin adorno, es como un comensal que se sienta en mangas de camisa. La señora empezó a toser, a causa del humo del cigarro; daban las siete.
Palabra del Dia
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