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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Sopló una brisa helada del lado de popa que hizo estremecer a las damas, vestidas ligeramente. Mina tosió, llevándose las manos a los brazos y al pecho, casi desnudos, sin otro abrigo que el calado sutil de una blusa blanca. La súbita frescura le hizo imitar a algunas señoras que iban a sus camarotes en busca de un abrigo.

De vez en cuando, sobre las aguas rojas, que parecían de barro líquido, cabeceaba una boya con un farol en la cúspide y un número blanco en el vientre, indicador de los kilómetros entre Buenos Aires y Montevideo. El Goethe marchaba entre una doble fila de estas balizas, que marcaban el canal para los buques de gran calado.

Entró sacudiéndose el mantón, calado de agua. «¡Jo... sús, qué tiempo! Llueven capuchinos de bronce. Pero ¿no ha venido usted en coche? ¿Por quién me tomas, tonta? La peseta del coche es para , por el mandado. Tengo más salud que el Botánico, hija, y ando más que un molino de viento... Conque toma... Cuatrocientos y cuatrocientos son ochocientos... Nueve duros en plata... Falta un duro.

Hallábase Moreno contemplando una imagen yacente, encerrada en lujosa urna de cristal, cuando sintió a su lado este susurro: «Bonita efigie ¿verdad? Es el Cristo que sacamos en la procesión del Santo Entierro». Volviose y vio a su lado a Estupiñá, calado hasta las orejas el gorro negro de punto, señalando la imagen con gesto de cicerone.

Su segundo esposo presidió ministerios y arregló los destinos del planeta hablando hasta media noche en la Cámara de los Comunes ante los hombres que simbolizan la majestad de Inglaterra con el sombrero calado y los pies en el respaldo del banco anterior. Dos lores discípulos de Jorge Brumell murieron por ella.

¡Oh! exclamó Dorotea. Y de repente rechazó al joven. Alguien se acerca dijo ; alzáos, alzáos. En efecto, Juan Montiño oyó abrir una puerta inmediata y se levantó y fué á tomar su sombrero. No os vayáis dijo Dorotea , quedáos; sea quien fuere, ¿qué importa? Abrióse la puerta y apareció un hombre con traje de soldado. Llevaba calado el sombrero, y su mirada era insolente y provocadora.

EN LA FALÚA DE ELORZA. Yo soy muy viejo, don Máximo, pero cuento que mis hijas han de ver esta ría perfectamente canalizada. La cantidad de agua que penetra por la boca del puerto es capaz de producir, si no estuviese diseminada, un fondo suficiente para los buques de más calado. La cuestión es encauzarla. ¿Y cómo se consigue esto?

En esta aventura de aventuras, ha llovido de todo. Así estoy yo de calado; el agua me llega ya á las narices, y á poco más me ahogo. Pero dadme licencia para que escriba, que os lo afirmo, importa. No tiene trazas de dejar de llover, y como no quiero morir ahogado de este diluvio, dejadme que fabrique mi barca. Y esa barca... Ha de serlo una carta.

Pero, hombre, castigue usted a ese animal gritaba don Fermín al cochero . Mire usted que voy calado hasta los huesos... y quiero llegar pronto a mi casa. El cochero, ante la perspectiva de una propina, descargó dos tremendos latigazos sobre los lomos del rocín, que vino a pagar así la ira concentrada por tantas horas en el pecho del Provisor.

Ofrece sobre el particular un dato importante el Diario de Colón en su primer viaje, pues dice el 10 de Enero de 1493 que La Pinta entró en un río cuya barra tenía dos brazas de agua; es decir, 12 pies. La Santa María era de más calado.

Palabra del Dia

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