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Estaba seguro de que la decepción sufrida por la pobre niña provocaría en su ánimo una crisis en que, tras la desesperación, vendrían, primero el abatimiento, y luego la resignación. Amando como ella amaba, jamás buscaría lenitivo en el olvido, consuelo en otra pasión, ni venganza en las sugestiones del despecho.

Y era muy de notarse que no hacían mis ojos un viaje de esos, sin topar con los suyos en el camino. ¿Estaría la pobre subyugada por los propios influjos y buscaría, por instinto también, los mismos asideros que yo?

Hasta imaginó que, si por temor a su padre no llegaba a recibirle en su casa, le buscaría en el sagrado tribunal de la penitencia, lo cual facilitaría que las Hijas de la Salve vieran cumplidos sus deseos, al par que él, prodigando consuelos a la víctima del amor mundano, quizá la indujese a desear la verdadera perfección cristiana, trocando los peligros de la pasión y las impurezas del matrimonio por el himeneo místico con el Unico que jamás engaña.

Con el deseo de estar solo, el maestro prometió al señor Morfeo que no buscaría otra vez aquella noche al agente y se alejó en dirección al colegio. Al acercarse a él se asombró de hallar la puerta abierta, y aún más de encontrarse a Melisa acurrucada detrás de una mesa.

8 Ciertamente yo buscaría a Dios, y depositaría en él mis negocios; 9 el cual hace grandes cosas, que no hay quien las comprenda; y maravillas que no tienen cuento. 10 Que da la lluvia sobre la faz de la tierra, y envía las aguas sobre las faces de las plazas. 12 Que frustra los pensamientos de los astutos, para que sus manos no hagan nada.

Si en Gregoria no había que buscar más que a la hembra y a la madre, pues fuera del instinto ciego por su hombre y por su prole, no se encontraban en ella rastros de otra clase de sentimientos, y esto habíalo probado muchas veces y acababa de comprobarlo ahora. ¡Ah! si el pagaré falsificado llegaba a sus manos, la suerte de Quilito estaba jugada; felizmente, Esteven había marchado a Montevideo... Esto daría algún respiro, un plazo de ocho días era mucho en las presentes circunstancias; entretanto, se buscaría con linterna un comprador para la casa, o se harían diligencias para hipotecarla... Pero, esta pálida esperanza no podía endulzar el trago amargo que la señora acababa de pasar: sus mejillas de muñeca brotaban fuego, y la ira contra misma por haber cedido a aquella idea de reconciliación tardía y de fines interesados, se mezclaba a la que sentía contra su hermana, tan orgullosa en la misma desgracia; si llega en otro momento, y pide, la hubiera recibido de idéntica manera y despedido con un no tan frío, como aquel adiós, que parecía un puntapié.

Como todos los hombres de espíritu realmente elevado y de ingenio penetrante, don Rosendo escribía mejor que hablaba. Sin embargo, su palabra reposada tenía un sello de grandeza que en vano se buscaría en los oradores que le habían precedido.

Un desengaño, mi escasa fidelidad descubierta, de fijo la volvería a sus antiguas cavilaciones, a su desprecio del mundo, buscaría consuelo en la religión y ahí teníamos al señor Magistral otra vez.... ¡Antes que eso, cualquiera cosa!

Buscaría en la mañana siguiente á un viejo doctor de Monte-Carlo que visitaba de tarde en tarde al príncipe. Necesitaba pólvora y balas; también se propuso buscarlas al otro día. Necesitaba dos cajas de pistolas, ¡y sólo tenía una!... Esto de las dos cajas lo consideraba esencial. Los padrinos del otro no sabían dónde encontrar la suya. No importa; él se encargaba de buscarla.

Insensible á la voz y á los ojos de ella, habló Robledo fríamente, lo mismo que si expusiese un trabajo de ingeniería. Había discurrido, mientras conversaba con Federico, la manera de sacarlo de París. Buscaría al día siguiente un automóvil para él, como si se le hubiese ocurrido de pronto emprender un viaje á España. Era oportuno tomar precauciones.