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Actualizado: 11 de mayo de 2025
¿Sabes cuál es el amor, profundo, arrebatador, por el que ese olvidarás; pensamiento roedor que no se olvida jamás? El último; amor nacido con el doliente gemido de la juventud cercana que se aleja, y que mañana por siempre se habrá perdido. Ciega y ardiente ambicion que nada apaga en el mundo, que arranca del corazon la suprema convulsion postrera del moribundo.
La incomodidad, el disgusto el cruel sufrimiento han cesado con la fiebre que enloquecía mi cerebro, con la fiebre llamada «vivir» que consumía mi cerebro. Y de todos los tormentos, aquel que más tortura ha cesado: el terrible tormento de la sed por la corriente oscura de una pasión maldita. He bebido de un agua que apaga toda sed.
El fragor del viento entre los pinos apaga todos los demás ruidos de las noche: Es una marejada sorda y fiera, un son ronco y oscuro, de cuyo seno parecen salir los relámpagos. Don Juan Manuel, de tiempo en tiempo, se detiene desorientado e intenta aprovechar aquel resplandor, que inesperado y convulso se abre en la negrura de la noche, para descubrir el camino.
Elena no se movió ni dijo nada. No sabe más que llorar. A las dos. No llegará al día. La marca del dedo fatal se ha impreso en sus facciones, siniestramente modeladas. La vida se apaga. Ya no es permitida la duda. Me he aproximado a Elena y me la he llevado a cierta distancia. Elena, está muy malo. No comprendió al pronto y me preguntó si se había perdido toda la esperanza.
El brindez y el caraos se puso en vando, Porque los mas de bruces, y no á sorbos El suave licor fueron gustando. De ambas manos hacian vasos corbos Otros, y algunos de la boca al agua Temian de hallar cien mil estorbos. Poco á poco la fuente se desagua, Y pasa en los estomagos bebientes, Y aun no se apaga de su sed la fragua.
¡Ya! Tal era el suspiro ahogado que oprimía el pecho de los dos jinetes que volvían lentamente a la cacería en las primeras sombras del crepúsculo, que no es ya el día y no es todavía la noche, en que el sol se apaga y las estrellas no se encienden todavía, en que pasa un escalofrío helado por los seres y las cosas como el adiós de lo que se va para no volver; en la vaga melancolía de esa estación indecisa que no es ya el verano y no es todavía el invierno; en la que, por una suprema coquetería, el aire se hace más tibio y los últimos rayos del sol más acariciadores; en que la tierra pone sobre su desnudez una alfombra de tonos bermejos como una inmensa piel de león; en las últimas hojas de oro pálido o de cobre rojo parecen desprenderse de las ramas como alas de gigantes mariposas; en que los árboles tienen perfumes más acres; en que la menor florecilla toma aspecto de reina desterrada, en que el viento que sopla entre las ramas parece el último murmullo de los nidos.
El agua para las ranas y el vino para los hombres... Va usted á beber uno de misa mayor que tengo reservado para los amigos que estimo de veras... Gracias, gracias; tengo mucha sed, y el vino no me la apaga. Está usted en un error, señorito... en un error muy grande. Para apagar la sed no hay nada mejor que el vino; está probado.
Quiere alcanzar a su hermano para consolar su corazón con algunas palabras de ternura y de reconocimiento, pero oye los pasos de Martín repercutiendo ya abajo, en el vestíbulo. Es demasiado tarde. Antes de meterse en cama necesita calmarse. Apaga la lámpara y abre una de las hojas de la ventana. El aire fresco de la noche, que le acaricia el rostro, le produce bienestar y lo apacigua.
Come el fruto vedado: las montañas se conmueven, obscurécese el sol, y la Sombra del Pecado apaga la luz de la Gracia, quedándose el hombre sumergido en profundas tinieblas; en vano llama á la Tierra, la cual se queja de que sus rosas purpúreas se han convertido en punzantes espinas; en vano al Agua, al Aire y al Fuego, que sólo pueden ofrecerle olas devastadoras, huracanes y relámpagos.
Y el violoncello comienza su canto grave, sonoro, melancólico, misterioso; un canto que poco a poco se apaga como un eco formidable, mientras una voz fina surge, imperceptible, y plañe dolores inefables, y muere tenue. Es el Spirto gentil, de La Favorita. Orsi inclina la cabeza con unción; su mano izquierda asciende, baja, salta a lo largo del asta...
Palabra del Dia
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