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Actualizado: 2 de junio de 2025


La llegada de este caudillo coincidió con las excursiones piráticas más devastadoras hasta entonces realizadas por los moros en las provincias cristianas.

Come el fruto vedado: las montañas se conmueven, obscurécese el sol, y la Sombra del Pecado apaga la luz de la Gracia, quedándose el hombre sumergido en profundas tinieblas; en vano llama á la Tierra, la cual se queja de que sus rosas purpúreas se han convertido en punzantes espinas; en vano al Agua, al Aire y al Fuego, que sólo pueden ofrecerle olas devastadoras, huracanes y relámpagos.

Nuestra subsistencia y abasto de carnes, servicio de bueyes, caballos y mulas, y en fin nuestras labranzas y sementeras, son ramos que en su mayor parte están pendientes de la arbitrariedad de aquellos enemigos, y nuestra defensa á sus devastadoras y continuas incursiones, se hace tan urgente como necesaria, y pone á aquellos enemigos en un respeto imponente.

En tiempo de los Jesuitas se subia por el rio Sara ó rio Grande hasta el lugarejo de Payla, situado al este de Santa-Cruz; pero este camino, que obligaba á los viageros á dar una vuelta considerable, siendo al mismo tiempo no poco peligroso en tiempo de crecientes por causa de las avenidas que ocultan enteramente el álveo del rio, ha sido abandonado, harán como cincuenta años, para dirigirse mas bien por el Piray, el cual, aunque mucho mas angosto que el rio Grande, es ménos propenso á las crecientes devastadoras; razon por la que se le prefiere aun á pesar de los saltos que suele tener en tiempo de seca.

Así vencimos, sin distinción de moros y cristianos, en Roncesvalles a las aguerridas huestes del emperador Carlo Magno; en no pocos puntos de nuestro litoral, a los terribles piratas normandos, idólatras y feroces; y en cien reñidas y sangrientas batallas, como las Navas de Tolosa y el Salado, a todo el poder fanático de Africa; a la ingente muchedumbre de almorávides, almohades y benimerines, que se volcó sobre España en sucesivas y devastadoras invasiones.

Por su influjo las olas devastadoras de los rios desbordados vuelven mansamente á su cáuce, como dispersas reses al rebaño, y cesan las inundaciones; por su influjo las legiones invisibles de ángeles esterminadores que ejecutan las iras divinas llevando á los pueblos las pestes, se replegan respetuosas sin descargar la tremenda plaga.

Manrique de Lara, arredrado ante el peligro, ordenó la retirada de las fuerzas que guarnecían las provincias más remotas de la capital, medida funestísima que dió origen a nuevas y más devastadoras incursiones de los piratas en las provincias cristianas, que con ésto sufrieron gravísimos daños.

Nadie hablaba aún. Oíase únicamente el sordo ruido de las mandíbulas; todos masticaban y engullían; los tenedores verificaban correrías devastadoras sobre la mesa. Destrozábanse los panecillos, iban vaciándose los platos de los entremeses, y las copas de vino llenábanse, reflejando sobre el blanco mantel purpúreas e inquietantes manchas.

Y después de veinte siglos de sensualismo sobre el ideal de la belleza en la mujer, en el hombre y en el arte, vinieron diez siglos de misticismo sobre el ideal de la santidad en las personas y en las cosas; a las luchas por predominio sucedieron las luchas por los credos, tan devastadoras y sanguinarias éstas como aquéllas; la disputa por las reliquias reemplazó a la disputa por las hembras, y la guerra de Troya por la posesión de Elena, tuvo su contra parte en las cruzadas por la posesión del Santo Sepulcro, que costaron nueve millones de vidas entre cristianos y musulmanes.

Palabra del Dia

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