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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Mientras hablaban los dos, Ricardo, alejándose un poco de ellos, intentó dar vuelta al rancho para llegar á su puerta; pero el otro cordillerano, adivinando su intención, se colocó ante él, levantando la carabina como si fuese á apuntarle.
A cierta distancia tropezó con un joven que de pié, con la cabeza levantada, miraba fijamente hácia la casa. Basilio reconoció á Isagani. ¿Qué haces aquí? preguntóle. ¡Ven! Isagani le miró vagamente, se sonrió con tristeza y volvió á mirar hácia los balcones abiertos, al través de los cuales se veía la vaporosa silueta de la novia, cogida del brazo del novio, alejándose lánguidamente.
Fué todo lo que se le ocurrió ante el cadáver del que iba á ser su marido. Y rompiendo á codazos por entre los hombres que se conmovían al contacto de sus caderas, salió del grupo, alejándose con soberbia indiferencia, pensando tal vez en el otro que por amor á ella iba á ir á presidio. ¡La bestia! dijo el médico al juez, siguiéndola con la mirada.
Gravísimo añadió otro. Y á mí me parece lo más fastidioso del mundo dijo Mari Díaz ; ¿qué nos importa todo eso? Por mi parte me voy. Id con Dios, princesa, id con Dios dijo el alférez ; si no fuera por dejar con su curiosidad á estos señores, os acompañaría. Muchas gracias dijo la Mari Díaz alejándose. Allá va al primer bastidor dijo uno. A ponerse en guerra con la Dorotea.
Mientras el grueso de las señoras ponía interminables glosas a este documento, las que vestían a la nueva prometida de Jesús andaban cerca de concluir su tarea y daban la última mano al tocado con la misma complacencia que un artista da las últimas pinceladas a un cuadro, alejándose y acercándose infinitas veces para hacerse cargo del efecto que produce.
Usted endulza los últimos momentos de mi larga soledad; me ha vuelto la ilusión de los más dulces encantos de la vida, perdidos por mí hace tantos años. Alejándose usted hago mi último sacrificio... es inmenso. Se levantó y me miró un momento sin hablar. A mi edad no se abraza á los jóvenes continuó, sonriendo tristemente, se les bendice.
Ahora llevaba como invisibles camaradas de viaje la desesperación y el aburrimiento, y cuando conseguía huir de uno, caía en los brazos del otro. Se había embarcado apresuradamente, creyendo encontrar la fortuna lejos de los Estados Unidos; pero se sentía cada vez más triste así como iba alejándose de su tierra natal. Era el amor el que le había aconsejado esta resolución desesperada.
Los ligeros pasitos volvieron a resonar otra vez alejándose, y Jacobo tornó a acercarse con el revólver montado y el oído atento. A poco sonó una tos sospechosa; no era la pulcra, perfumada y cadenciosa tos del tío Frasquito, sino una tos asmática, tos de viejo, que recordaba esos crujidos peculiares que anuncian en las casas ruinosas el próximo hundimiento.
Repentinamente tuvo el presentimiento de que este transeúnte era «su inglés». Iba vestido de otro modo, con menos elegancia; sólo podía ver su espalda alejándose rápidamente, pero su instinto fué en este momento superior á sus ojos... No necesitaba mirar: era el inglés. Y sin saber por qué, apresuró el paso para alcanzarle.
Una vieja supersticiosa les dijo: «¿No sabéis quién hace este trastorno? Hácenlo los niños muertos que están en el cielo, y á los cuales permite Padre Dios, esta noche, que vengan á jugar con los Nacimientos.» Todo aquello tuvo fin, y se sintió otra vez el batir de alas alejándose.
Palabra del Dia
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