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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Pues sí, en Abril vuelvo, y para entonces tengo la seguridad de que...». Tuvo que ponerse rígido, porque desde el centro del cuerpo le subía por el pecho un bulto inmenso, una ola, algo que le cortaba la respiración. Alargó el brazo como quien acompaña del gesto un vocablo; pero el vocablo, expresión de angustia tal vez, o demanda de socorro, no pudo salir de sus labios.
Saludé primero efusivamente a Isabel, porque la actitud de Gloria me imponía. Luego me aventuré a dar la mano a ésta, que me alargó la suya con marcada frialdad, mirando hacia otro lado. Isabel me hizo una mueca para indicarme que no tuviese miedo. Pareciome lo más prudente observar una conducta reservada, digna, esperando los acontecimientos, y me retiré hacia otra parte.
Recibiéronle los seis sombrero en mano; alargó don Simón la suya a cada uno, con el aditamento de afectuosa sonrisa; y abriéndole después ancha y respetuosa calle, obligáronle a pasar, delante, al comedor, donde había una mesa preparada para docena y media de convidados, y hasta doce nuevos personajes envueltos en burdas capas, que, al ver entrar al candidato, se levantaron y se descubrieron.
Luego, como si repentinamente cruzara por su mente la idea de que había hecho una cosa fea, dió la vuelta, abrió de nuevo los ojos y dijo sonriendo: ¡Hola! ¿Eres tú? Al mismo tiempo le alargó la mano. El duque se la estrechó, y alzándose de la butaca le dió un sonoro beso en la mejilla, diciendo: Si quieres dormir más te dejaré. No he venido más que a darte un beso.
Levantó, por último, con suavidad la cabeza, que la condesa se apresuró á tomar entre sus manos. El moribundo perro alargó un poco el hocico, lamió una de aquellas manos y expiró.... Acababan de sonar las dos de la noche. El reloj del salón principal, oculto en su caja de madera negra, había vacilado algún tiempo antes de darlas. Las tinieblas envolvían el salón y toda la casa.
El recibimiento correspondió al traje y aumentó la sorpresa y el disgusto del joven visitante. Rafaela le alargó, sin duda, cariñosamente la mano, si bien con cierta tibia y lánguida indiferencia. Y luego, como él se acercase mucho, ella le rechazó con suave dignidad y casi le obligó a que se sentase en una silla frente de ella.
«Mátameles, sí... añadió la diabla, retorciéndose las manos . ¡Hijos ella!... En el infierno los tendrá...». Cayó desplomada sobre las almohadas, chocando la cabeza contra los hierros de la cama. Maxi alargó la mano y recogió el billete, que estaba aún sobre la colcha.
La niña le alargó su blanca y primorosa mano, y el hercúleo mancebo la besó con pasión repetidas veces. Hasta mañana. Ya te daré noticias de lo que ocurra dijo levantándose otra vez. Gonzalo se alejó. A los cuatro pasos se le ocurrió que las noticias tenían que ser referentes al modo como Cecilia recibía la de su desleal conducta, y su frente se arrugó de nuevo con expresión dolorosa.
Hasta se asegura que Batilo, el más taciturno de los perros conocidos, participó de la opinión general: se alzó sobre sus patas, alargó el hocico y ladró. Pasados los primeros momentos de confusión, Paz recobró aliento, y dijo con voz entrecortada por la cólera: Niña, esas ideas no me llaman la atención. Ya la conocíamos á usted de oídas.
El guarda, para demostrar que no se cansaba tan pronto, alargó el paso y continuó con tanta rapidez, que la viuda apenas podía seguirlo, aunque aquella rapidez secundaba sus deseos.
Palabra del Dia
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