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Actualizado: 2 de octubre de 2025


Veré pasar en juvenil cortejo tantos dichosos que envidiar debiera, y hallaré en su alegría algun reflejo del tiempo en que tambien dichoso era... ¿Envidiarlos?... ¿Por qué? ¡Yo me divierto ahogando en sus murmullos mi agonía... ¡Si aunque ellos la perdieran, de cierto que para su dicha no sería! ¡Se van! ¡Qué triste me quedo!

Pues, ¿qué me dirán del bueno de don Cirongilio de Tracia, que fue tan valiente y animoso como se verá en el libro, donde cuenta que, navegando por un río, le salió de la mitad del agua una serpiente de fuego, y él, así como la vio, se arrojó sobre ella, y se puso a horcajadas encima de sus escamosas espaldas, y le apretó con ambas manos la garganta, con tanta fuerza que, viendo la serpiente que la iba ahogando, no tuvo otro remedio sino dejarse ir a lo hondo del río, llevándose tras al caballero, que nunca la quiso soltar?

Ya se disponía saltando a recibirla, cuando María, oyendo las razones lastimosas de Gerif, anudada de dolor la garganta, y ahogando el pecho con mil suspiros y angustias, vacila y se detiene, y olvidada de todo, resuelve volver al querido tío, abrazarlo y no desampararlo. Tales quejas le habrían quebrantado un pecho que tuviese de pedernal, no que el suyo tan lleno de agradecimiento y piedad.

Quien se ha visto siempre rodeado de amor y nunca ha conocido otra cosa que el amor, aprende a menudo más fácilmente que nadie, a bastarse a mismo; y, sin embargo, yo llevaba en el corazón una inagotable reserva de amor. Lo prodigaba a los animales, acariciando a los perros, besando a los gatos y ahogando a los gansos por cariño. Una de mis pasiones era jugar en la caballeriza.

De los sanos se salvaron algunos, entre ellos el padre de ese señor oficial de artillería; pero los heridos se ahogaron todos, como es fácil comprender, no pudiendo los infelices ganar a nado la costa». Me quedé absorto al saber la muerte del joven Malespina, y la idea del pesar que aguardaba a mi infeliz e idolatrada amita llenó mi alma, ahogando todo resentimiento.

Puso rápidamente las cartas al borde de una mesita, caminó hacia la puerta de la sala y aguardó que alguien llegase. Muñoz, ahogando los sollozos, se cubría la cara con las manos. ¡Ah, qué tontería desagradable! murmuró Adriana; y para que la escena no se prolongase, llamó gritando a su hermana menor: ¡Raquel! ¡Raquel! ¡Muñoz te quiere hablar!

El autor puede tomar la palabra en medio de la narración y contradecir a sus personajes, mitigando o ahogando en seguida el mal efecto que las opiniones de cualquiera de ellos hayan producido.

El ayuda de cámara se creyó obligado también a intervenir y exclamó en tono de protección: ¡Vaya con el joven! ¿Qué crees que se puede hacer con cuarenta francos en la Bolsa? Bueno respondió el joven ahogando un suspiro , los llevaré a la Caja de ahorros. El cochero soltó una ruidosa carcajada y se dio unos puñetazos sobre el estómago gritando: Esta es mi caja de ahorros.

Las mangas de goma iban de uno a otro gigante como tentáculos absorbentes que chupaban la esencia de su vida. El estallido de una de estas torres podía inundar de pronto con mortal oleada todo el almacén, ahogando a los hombres que conversaban al pie de los conos.

Una exclamación general de asombro se escapó de todos los labios, ahogando el sordo rugido de rabia y despecho que hinchó la garganta de Currita... Sobre el blanco terciopelo que forraba el interior destacábase, en toda su magnificencia, la obra maestra de Enrique de Arfe, el marco antiguo de plata cincelada que había regalado ella a Jacobo en aquel mismo estuche, con su propio retrato de reina japonesa... Este había desaparecido, y veíase en su lugar otra extraña fotografía: representaba una camelia de tamaño natural, y echada sobre ella como sobre el alféizar de una ventana, aparecía el busto de una mujer, de la dama duende que todos conocían, apoyada la mejilla izquierda sobre ambas manos cruzadas, mirando al frente con provocativa insolencia, sacando la lengua con gesto de pilluelo redomado a todo el que mirase el retrato por cualquier lado que fuese; por debajo, leíase escrito con muy buena letra inglesa: A LA EXCMA. SRA. CONDESA DE ALBORNOZ, Mademoiselle de Sirop.

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