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Actualizado: 13 de junio de 2025


Que si era yo la primera cocinera de toda la Europa... que si por vergüenza no se chupaban los dedos... ¿Y después? Una pepitoria que ya la quisieran para los ángeles del cielo. Luego, calamares en su tinta... luego...

Después del sangriento fracaso de aquella intentona nocturna, los dos volvieron á trabajar en el Paraguay, en la recolección del mate. Ellos eran los más inmediatos consumidores, pues sentados al borde del gran rio en las horas de descanso, chupaban incesantemente el canuto hundido en la pequeña calabaza rellena de hierba olorosa y de agua caliente que sostenían en una mano.

Pero ellos no le dejaban reposo; lejos de eso, le seguían con más tenacidad y más de cerca, le chupaban más y más ávidamente, hasta la médula, todo el vigor de su juventud. ¿Y de qué le servía dominarlos, si alguna vez lo conseguía? A esa hidra le brotaban sin cesar nuevas cabezas.

Era tertulio del convento un mozalbete, de aquellos que usaban arito de oro en la oreja izquierda y lucían pañuelito de seda filipina en el bolsillo de la chaqueta, que hablaban ceceando, y que eran los dompreciso en las jaranas de mediopelo, que chupaban más que esponja y que rasgueaban de lo lindo, haciendo decir maravillas a las cuerdas de la guitarra.

Hase observado en estos médicos que después de recibido el Santo Bautismo, por mucho que hacen no pueden vomitar una materia sucia y hedionda como antes lo hacían todas las veces que chupaban algún miembro del enfermo, dándose el demonio por desobligado de mantener el pacto implícito que con ellos tenía, porque explícito y cierto no tenían ninguno.

Lo mismo Zarapicos que Gonzalete tenían las solapas de sus deformes chaquetas llenas de alfileres tan bien clavados, que sólo asomaban la cabeza. El borde de la tosca tela parecía claveteado como un mueble... Las transacciones empezaron en seguida. Unos daban tallos, los otros chupaban y pagaban.

Los dos tenían en su diestra la calabacita llena de mate, y chupaban el líquido oloroso con un canuto de plata llamado «bombilla». Apenas se daba cuenta la mestiza por el burbujeo de los canutos de que escaseaba el líquido, corría á un fogón inmediato, trayendo la «París», tetera de agua hirviente, para llenar á chorro las dos calabacitas repletas de hierba mate.

Las mangas de goma iban de uno a otro gigante como tentáculos absorbentes que chupaban la esencia de su vida. El estallido de una de estas torres podía inundar de pronto con mortal oleada todo el almacén, ahogando a los hombres que conversaban al pie de los conos.

Palabra del Dia

irrascible

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