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Actualizado: 2 de octubre de 2025


Dijo, pues, ahogando un suspiro: Tienes razón, querida mamá; pero ¿qué quieres? me da miedo el mundo. ¡El mundo en semejante agujero! Aquí no hay más que personas conocidas, como el notario y el cura, y salvo el joven conde, no veo de quién puedes tener miedo. La buena señora no sabía qué razón tenía.

Sólo te pido, ahogando mis lamentos, por la misma crueldad con que condenas un débil sér á bárbaros tormentos, que en arrojes dolor á manos llenas, porque nunca me falten pensamientos para cantar tus obras y mis penas. Hija, ¿qué te diria que fuera de mi amor vivo traslado?... Dos palabras no más; oye: ¡hija mía! ¿Es poco?... Al escribirlas he llorado.

No, Sol, yo soy tu hermana. No hagas caso de lo que dice la directora. Yo te querré siempre como una hermana y abrió los brazos, y apretó en ellos a Sol, a la que llevaba sin miedo, prestísimamente. ¡Oh! dijo Sol de pronto ahogando un grito. Y se llevó la mano al seno, y la sacó con la punta de los dedos roja. Era que al abrazarla Lucía, se le clavó en el seno una espina de la rosa.

Le he sacado de la deportacion donde se dedicaba á podar cocoteros y le he hecho pirotécnico. Volvieron á la calzada y á pié se dirigieron hácia Trozo. Delante de una casita de tabla, de aspecto alegre y aseado, había un español apoyado en una muleta, tomando la luz de la luna. Simoun se dirigió á él; el español al verle procuró levantarse ahogando un quejido.

Todos ellos recordaban su visita á la Galería da la Industria, y tenían al Hombre-Montaña por un animal enorme, cuya inteligencia estaba en razón inversa de su grandeza material. Gillespie había empezado por segunda vez la vuelta del edificio. Deténgase aquí, gentleman dijo de pronto Ra-Ra, ahogando su voz. Edwin no comprendió tales palabras. ¿Qué deseaba este pigmeo, cada vea más exigente?...

Cuando se suelte del pié derecho, murmuró el cochero ahogando un suspiro, le daré mis caballos, me pondré á su servicio y me dejaré matar... El nos librará de los civiles. Y con mirada melancólica seguía á los tres reyes que se alejaban. Los muchachos venían despues en dos filas, tristes, serios como obligados por la fuerza.

Baudelaire huyendo del burgués de París, Rubén asfixiado por la estupidez del ambiente, Musset ahogando un dolor amoroso, son borrachos corrientes y hasta vulgares. Poe y Verlaine, los clarividentes, me interesan más que todos, porque su órbita literaria estaba en el fondo de esos extraños paraísos violáceos.

Como una irónica respuesta, el espejo de la chimenea le envió la imagen de su cráneo calvo y de sus patillas canosas, y el notario exclamó con cómico furor encogiéndose de hombros: Pardiez, lo que tiene son veinte años menos. ¡Oh! la juventud, la juventud... Ahogando un gran suspiro, cogió de la taquilla una carta de sello británico y la leyó moviendo la cabeza. ¡Pobre muchacha! exclamó.

Por eso te pedimos que prestes el acento de tu lira a estos hijos de indómitos rajáhs, para que, ahogando el grito de nuestras penas íntimas, ambulemos cantando por no querer matar.

El doctor reprimió un movimiento de disgusto y respondió con el tono más natural, como el de un hombre en el que la virtud no es pedantería: ¡Dios mío! señora, es mi costumbre, y ya soy demasiado viejo para corregirme. Nosotros los médicos cuidamos a nuestros enfermos como los perros de Terranova salvan a los que se están ahogando. Cuestión de instinto.

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