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Actualizado: 2 de octubre de 2025


Todo esto brota y sale de sus labios sin interrupción, mientras sus gruesas cejas negras no hacen más que subir y bajar, y sus ojos brillan como brasas. «¡Esta es la juventudpensé, ahogando un suspiro; «¡ah! si pudiese yo, aunque sólo fuera por veinticuatro horas, tener sus ojos... y todo lo demásLe digo: ¿Y no me pides noticias de mi novia?

Hombres y mujeres parecían haber retrocedido a la infancia en esta vida de aislamiento y monotonía azul. A los postres, las damas saltaron nerviosamente en sus sillas, ahogando un grito de susto; muchos hombres se estremecieron, con la nerviosidad que despierta un estrépito inesperado.

Ríñeme, por mala... Te juro que no lo haré más. Contendré mis nervios; procuraré no dejarme llevar por ellos, aunque reviente. Volvió a dormirse muy entrada ya la noche. El silencio era absoluto. Fuera de la casa, ni un ruido de pasos, ni una voz: la nieve pesaba sobre la vida, ahogando sus movimientos. Helaba.

Sólo entramos en fuego cuarenta mil hombres, y merced a las hábiles disposiciones del gran tirano, derrotamos a noventa mil aliados, matándoles o ahogando quince mil, cogiendo veinte mil prisioneros y ciento veinte cañones. ¿No había motivo para que nos volviéramos locos con nuestro jefe? ¡Ah, muchachos, si hubierais estado allí cuando recorrió el campo de batalla mandando recoger los heridos!

Además, sus jefes estaban enemistados. El sombrío y ambicioso Rocafort hacía matar á Berenguer de Entenza y acababa su vida en una prisión. El prudente Muntaner era el consejero de paz, ahogando las disidencias, buscando nuevos amigos entre los señores feudales que gobernaban la Macedonia y la Tesalia con títulos de Sebastocrator y de Megaskir.

Algo más tranquila ya sobre la suerte su padre, ella pensaba en misma y lloraba y lloraba ahogando sus sollozos para que el viejo no los oyese.

Se está un hombre ahogando, se está otro quemando vivo en una casa incendiada, y, dicho sea en honra de la humanidad, rara vez falta quien por salvarle se aventure, se arroje a las ondas embravecidas o a las llamas. Sin embargo, el héroe salvador quizás ha rehusado algunos días antes dar una limosna de dos reales a la persona salvada ahora tan generosamente.

Belarmino se hundió en una especie de marasmo o abstracción. El Aligator, triunfante, hacía guiños y visajes, preguntando por señas a los otros qué les había parecido la experiencia. De los demás, la mayor parte se retorcían, ahogando la risa; algunos enarcaban las cejas y fruncían el labio, remisos en aceptar el valor probatorio de la anterior experiencia.

La juehion je lah jamah je jalon, repitió el secretario ahogando un bostezo. ¡Quedan prohibidas! Perdone, mi General, dijo el alto empleado gravemente: V. E. me permitirá que le haga observar que el uso de las armas de salon está permitido en todos los paises del mundo... El General se encogió de hombros. Nosotros no imitamos á ninguna nacion del mundo, observó secamente.

Cuando doña Rebeca entró en la sala y se acercó al grupo, viendo la cara mortal del enfermo, increpó a la niña. ¿Le estás ahogando? Ella apartóse prontamente, diciendo: ¿Yo? Y al soltarse de aquel brazo ardiente vió con horror cómo el cuerpo de don Manuel se desplomaba sobre el respaldo de la silla. Miraba el moribundo a Carmen con una angustia infinita.

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