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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Los escarolados y nervios de la piedra labrada ocultábanse bajo una capa de cal. En los balcones verdes mostrábanse a aquellas horas de la mañana cabezas de mujeres morenas, de rasgados ojos negros, con flores en el pelo. Fermín siguió una de las amplias aceras limitadas por dos filas de naranjos agrios.
Pido que se tome en consideración la lista que he presentado. El doctor Trevexo, hombre viejo y resabiado en materia de debates agrios, contaba con un rebaño muy dócil para perder tiempo en polémicas apasionadas: había aleccionado a sus adeptos de antemano, y a una seña suya don Juan, con su voz gangosa, dijo: Quej sje vooote la lijta.
Conoció a la dama que os he dicho, y aunque ella no le diese causa ni razón alguna para que a su honra se atreviese solicitándola, que el que solicita a una mujer casada, por serlo, la desprecia, que si no la creyera capaz de una vileza, no la solicitara; solicitola, y ella, que calzaba muy altos los puntos de la honra, indignose, y por no afligir e indignar al viejo marido, que a más de ser únicamente hombre de leyes, no estaba en edad de mantener espada en la mano contra mozos, y aun mozos bravucones, no queriendo dejar sin castigo aquel de todo punto sin disculpa atrevimiento, confiose a un alguacil de los más agrios de la cámara de su esposo, hombre de puños y de alientos, y díjole: Cedacillo, tan leal eres a tu amo y a mí, que hacerte quiero una confianza, esperando que harás lo que te cumple, en agradecimiento a lo que a tu señor y a mi nos debes, y es que si te atreves des una apretada vuelta, como tuya, a cierto bravo mancebo, alférez de los alabarderos del virey, que se llama Gaspar de Valcárcel, y que cuando le apretares los puños, le digas: «Ahí va eso de parte de mi señora.»
Mas abajo las faldas aparecen á trechos cubiertas con las alfombras frescas y tupidas de algunas praderas, ó de repente se ve una rambla estrecha y profunda por cuyos agrios peñascales se precipita algun torrente, saltando de roca en roca en luminosos torbellinos de perlas y espumas y regalando á las brisas su eterno concierto de salvajes rumores.
De un lado se ven, como bajos estribos ondulosos de los Montes de Toledo, graciosas colinas de seno granítico y superficie arenosa y arcillosa, absolutamente desnudas de vegetacion natural, pero cubiertas de sementeras de cereales, de pequeños olivares y viñedos, en los puntos ménos estériles; en tanto que sobre las ásperas lomas ó los campos muy desiguales y agrios pacen algunos rebaños do ovejas ó de vacas, cuyos grupos contrastan en el horizonte con los picachos rocallosos que de trecho en trecho se alzan sobre los lomos de las mas altas colinas.
El cual tomó a pecho, y a buena cuenta, los agrios callejones que parecían ser las raíces con que estaba el monte adherido al valle; callejones sarpullidos de cantos removidos y descarnados por el constante fluir de los regatos que por allí bajan desde sus cercanos manantiales.
Domina el gusto ágrio, aunque puede ser dulzoso, el aliento es malo, no hay apetito, el disgusto es continuo, especialmente para la carne y alimentos grasos y cocidos; la sed varía, si bien suele ser muy pronunciada en los primeros dias; las náuseas conducen con frecuencia á vómitos mucosos, ágrios; el epigastrio está caliente, dolorido, es el punto de unas punzadas que se observan tambien en toda la estension del vientre; hay además una sensacion de malestar, de constriccion ó de plenitud.
Eran heridos de los días anteriores que hablan logrado arrastrarse hasta allí; heridos de la misma noche, que restañaban la sangre fresca con vendajes improvisados; mujeres alcanzadas por las salpicaduras del combate. El capitán entró en este refugio, que olía á carne descompuesta, sangre seca, ropas sucias y alientos agrios.
Pero al volver rico y triunfante para su castillo, en los agrios cerros y en el espeso bosque de encinas que hay entre Pinos y Alcalá, cayó en una celada que los moros, más de mil en número, le habían preparado, y allí murió combatiendo heroicamente contra ellos. La viuda de D. Jaime, que así se llamaba el muerto adalid, quedó como única señora y alcaidesa del castillo. Era su nombre doña Mencía.
Sin embargo, quizás sea este el cuadro más discutido de Velázquez, hasta en lo que se refiere al color: pues al paso que unos críticos y pintores lo consideran como afeado por agrios contrastes y desentonos entre los rojos amarantados casi vinosos, y los azules intensos, otros creen que es la obra donde logró ser más colorista, mostrando su predilección por los maestros venecianos y su afición a la manera del Greco.
Palabra del Dia
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