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Y el buen don Esteban, pequeño, rechoncho y miope, sentía en su interior un alma de héroe nacido demasiado tarde al pisar las seculares losas del templo de los Hospitalarios. Las otras iglesias enormes y ricas le parecían monumentos de insípida vulgaridad, con sus fulguraciones de oro, sus escarolados de alabastro y sus columnas de jaspe.

Los escarolados y nervios de la piedra labrada ocultábanse bajo una capa de cal. En los balcones verdes mostrábanse a aquellas horas de la mañana cabezas de mujeres morenas, de rasgados ojos negros, con flores en el pelo. Fermín siguió una de las amplias aceras limitadas por dos filas de naranjos agrios.

La torre del reloj, cuadrada, desnuda, monótona, partiendo el edificio en dos cuerpos, y éstos exhibiendo los ventanales con sus bordados pétreos; las portadas que rasgan el robusto paredón, con sus entradas de embudo, compuestas de atrevidos arcos ojivales, entre los que corretean en interminable procesión grotescas figurillas de hombres y animales en todas las posiciones estrambóticas que pudo discurrir la extraviada imaginación de los artistas medievales; en las esquinas, ángeles de pesada y luenga vestidura, diadema bizantina y alas de menudo plumaje, sustentando con visible esfuerzo los escudos de las barras de Aragón y las enroscadas cintas con apretados caracteres góticos de borrosas inscripciones; arriba, en el friso, bajo las gárgolas de espantosa fealdad que se tienden audazmente en el espacio con la muda risa del aquelarre, todos los reyes aragoneses en laureados medallones, con el casco de aletas sobre el perfil enérgico, feroz y barbudo; y rematando la robusta fábrica, en la que alternan los bloques ásperos con los escarolados y encajes del cincel, la apretada rúa de almenas cubiertas con la antigua corona real.

Yo, aunque moro, bien , por la comunicación que he tenido con cristianos, que la santidad consiste en la caridad, humildad, fee, obediencia y pobreza; pero, con todo eso, digo que ha de tener mucho de Dios el que se viniere a contentar con ser pobre, si no es de aquel modo de pobreza de quien dice uno de sus mayores santos: "Tened todas las cosas como si no las tuviésedes"; y a esto llaman pobreza de espíritu; pero , segunda pobreza, que eres de la que yo hablo, ¿por qué quieres estrellarte con los hidalgos y bien nacidos más que con la otra gente? ¿Por qué los obligas a dar pantalia a los zapatos, y a que los botones de sus ropillas unos sean de seda, otros de cerdas, y otros de vidro? ¿Por qué sus cuellos, por la mayor parte, han de ser siempre escarolados, y no abiertos con molde? Y en esto se echará de ver que es antiguo el uso del almidón y de los cuellos abiertos.

Con la buena parroquia y aquel cajón siempre lleno, que semejaba esportillo del Banco, acabaron los mimos y complacencias de la jamona impúdica. Hízose, sobre todo, pedigüeña en grado inaguantable. Lo primero que el pobre hombre se vio imposibilitado de comprarle fue un corsé de cuatro duros, lleno de puntillas, lazos, pespuntes y escarolados.

Al otro extremo, frente a una alta vidriera que daba al jardín, y al lado de una chimenea de mármol negro, había una gran mesa del siglo XVII, de nogal, cuadrada, con ancha talla y hierros escarolados, y cómodas butacas y mullidas poltronas, algún tanto desteñidas y un mucho destrozadas, dispuestas en torno: allí recibía Butrón a los profanos a que les era lícito traspasar el dintel de su despacho privado.