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Actualizado: 24 de junio de 2025
Dábanle voces sus amos que no le diese tanto y que le dejase, pero estaba ya el mozo picado y no quiso dejar el juego hasta envidar todo el resto de su cólera; y, acudiendo por los demás trozos de la lanza, los acabó de deshacer sobre el miserable caído, que, con toda aquella tempestad de palos que sobre él vía, no cerraba la boca, amenazando al cielo y a la tierra, y a los malandrines, que tal le parecían.
Estaban prontos los indios á esto, y á todo lo que queriamos, acudiendo con obsequios y servicios: pero aconsejaban al Gobernador mirase bien lo que emprendia, antes de partir; porque toda la provincia de Taberé y los Cários estaban de regura, unidas sus fuerzas, para tomar venganza cruel de los cristianos, por la muerte de Aracaré, que era hermano de Taberé.
¡Los gringos! ¡Vamos a ver a los gringos! decían los niños en el paseo, acudiendo curiosos, atraídos por los aplausos. Varias comisiones de sociedades italianas de Montevideo habían venido a saludar a su compatriota el conferencista ilustre de paso para Buenos Aires. Todos se lamentaban de que no descendiese inmediatamente en su ciudad; le pedían que volviera cuanto antes a Montevideo.
Fueron acudiendo a esta primera llamada los pasajeros que estaban en los cafés de la Avenida, aburridos de la espera y del calor, sin saber qué hacer en la ciudad, deseando verse cuanto antes en pleno Océano bajo la brisa del mar libre. Volvían a sus camarotes para recobrar las frescas ropas de viaje, despojándose de los vestidos trasudados.
La estancia era una inmensa sala destartalada. Paco Gómez habitaba el palacio de un marqués que jamás había puesto los pies en Lancia, del cual su padre era mayordomo. El implacable bromista presidía vigilante y solícito los trabajos de sus compañeros, acudiendo a todas partes, saliendo a cada momento para dar órdenes a los criados o para recibir los mensajes que le enviaban.
¿Cómo explicarle que esa exactitud y esa precisión sirven, al contrario, para simplificar la vida? ¿Cómo convencerle de que, acudiendo puntualmente a las citas, se ahorra mucho tiempo para invertirlo en lo que se quiera? Imposible.
Los ojos de Juan Claudio chispeaban; el doctor preguntaba siempre dónde se hallaba situada la ambulancia; Materne y sus hijos alargaban el cuello y apretaban las mandíbulas, y el vinillo añejo, acudiendo en ayuda de la imaginación, aumentaba el entusiasmo cada momento más: «¡Ah, los granujas! ¡ah, bandidos! ¡Cuidado, cuidado, no ha terminado todo!...»
¡Pero qué infame! volvió a decir Fortunata, mirando a su tía con los ojos llenos de lágrimas . ¿Pues no ha tenido el atrevimiento de decirme, entre bromas y veras, que yo estaba enredada con Ballester? De seguro que no lo cree. Aguanta, que todo te lo tienes bien merecido. Ni vengas a que yo te consuele... Acudiendo con tiempo, no digo que no.
A Juanita misma se la presentaba muy afligida por lo pronto, llena de remordimientos porque era o iba a ser motivo u ocasión de su muerte y muy inclinada a derramar lágrimas a la memoria de él o sobre su ignorada tumba, si es que le enterraban y ella sabía dónde y no estaba lejos; pero si Juanita le veía otra vez tan campante, y en las calles de Villalegre, acudiendo a sus ordinarios quehaceres, ya en la tertulia de doña Inés haciendo la corte a doña Agustina, Juanita le tendría por la persona más ruin y cuitada del orbe.
Bonifacio vio dos actos de La Extranjera la noche del estreno, y con un supremo esfuerzo de la voluntad se arrancó de las garras de la tentación y volvió al lado de su esposa, de su Emma, que, amarillenta y desencajada y toda la cabeza en greñas, daba gritos en su alcoba porque su esposo la abandonaba, acudiendo tarde, muy tarde, media hora después de la señalada, a darle unas friegas sin las cuales pensaba ella que se moría en pocos minutos.
Palabra del Dia
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