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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Acercóse a la mesa disimuladamente, púsole una mano en el hombro, y gritó: «¡Fulano... ganaste el pleito!». Saltó el labriego, electrizado. «¡Qué me dices, hombre!». «Se falló en la Audiencia ayer». «Tú loqueas». «Lo que oyes». En este intervalo el secretario de la mesa verificaba el trueque de pucheros: ni visto ni oído.
Arbós tuvo ocasión una vez más, viendo acudir la calma a su rostro, de penetrarse de las excepcionales dotes persuasivas con que la providencia de Dios le había favorecido. Pepa tuvo ánimos para sentarse a jugar al tresillo con Clementina, Pinedo y Arbós. Al cruzar el salón grande vió sentados en un rincón a su hija y a su yerno en la actitud de dos tórtolas enamoradas. Acercóse a ellos.
Golfín esperó y con paso muy quedo acercose más. Choto estaba frente a la Nela, echado sobre los cuartos traseros, derechas las patas delanteras, y mirándola como una esfinge. La Nela miraba hacia abajo.... De pronto empezó a descender rápidamente, más bien resbalando que corriendo. Como un león se abalanzó Teodoro a la sima, gritando con voz de gigante: ¡Nela! ¡Nela!
Admirada la niña, acercóse lentamente; entonces Beatriz la tomó en brazos, la puso de pie sobre el banco y la abrazó contra su pecho cubriéndola de besos.
¿Un burro, señorito? ¿Un burro precioso? ¿Un burro mejor que los caballos? ¿Vamos a Aldeaparda? ¿Vamos a la Erbeda? Acercose Baltasar a las niñas de corto, y dijo a Nisita: ¿Una vuelta por el campo? A la chiquilla se la encandilaron los ojos, y soltando la pelota, echó los brazos al teniente con sonrisa zalamera.
Se despidió para ir al escenario a ver a Tristán y si no estaba para ir a buscarle a su casa. Mientras Elena hablaba con uno de sus amigos acercose por detrás a saludar a su compañera la condesa un caballero de mediana edad y elegante porte, se estuvo un rato departiendo con ella y se despidió al cabo amable, sonriente, reteniendo algún tiempo en su mano la de Marcela.
Una noche, hallándome, como de costumbre, en coloquio amoroso, se me presentó de improviso un chico, trayendo en la mano una batea de cañas de manzanilla. Acercose a mí y me dijo: De parte de unos señores que están ahí bebiendo, que haga usted el favor de beber a la salud de la señorita.
Se arrimó á una empalizada y se puso á rumiar sus desengaños, cuando oyó cerca rumor de conversación. Las ventanas del salón de tablas donde la boda se celebraba abrían hacia aquel sitio. Ocultóse en la sombra y acercóse cuanto pudo á ellas para escuchar, no tanto por curiosidad como por la esperanza de percibir la voz de su adorada.
Acercose todavía por ver si podía escuchar algo de su conversación; percibió algunas palabras sueltas, pues hablaban en voz alta, y al cabo de unos instantes creyó oír distintamente la siguiente frase en boca de García: «El pobre Tristán, aunque se cree un gran poeta, no pasa de ser una medianía.» Esta frase jamás fue pronunciada por el buen García, ni era posible, pero Tristán la oyó claramente.
Por último, de Couprat levantose para despedirse y le acompañamos hasta el patio. Saludó afectuosamente al cura y dio las gracias a mi tía; luego acercose a mi, me tomó la mano y me dijo en voz baja: Hubiera deseado que esta velada no terminara nunca, prima mía. ¿Y yo?... Pero volveréis ¿no es cierto? Seguramente, y dentro de poco, según espero.
Palabra del Dia
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