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Prudencia rara, en verdad, habían de tener los demás escritores para admirarlo á la vez que los demás, ó á lo menos, para no oponerse á los sentimientos que promovía. Pedro de Torres Rámila, clérigo y maestro de gramática de Alcalá de Henares, escribió una amarga sátira contra él, que no pudo imprimirse en España por no encontrar editores, y se publicó en París en 1617, bajo el título de Spongia.

Rámila lo atacaba también de esta manera: «Bellerophonti quotidie admoves soccos et cursitando defatigari non cessas, ut doctisimus in te scripserat cordubensis, cujus admirandae posteritati carmina canis potins quam canus allatras et mordes in theatroCada día arrimas los zuecos á Belerofonte, y no cesas de fatigarle corriendo, como había escrito contra ti el doctísimo cordobés, á cuyos versos, que han de ser admirados por la posteridad, can, más que cano, ladras y muerdes en el teatro.

La Spongia, de Torres Rámila, ha desaparecido, según se cree, sin dejar rastro ni huella; pero su refutación, por Francisco López de Aguilar, da una idea de la misma. Además, siendo tan rara esta refutación, no parece inútil extractar algo de ella, para comprender la crítica de aquel tiempo. Se titula así: Expostulatio Spongiae a Petro Turriano Ramila nuper evulgatae.

La propia fecha de 1621 se muestra en la portada de La Filomena, poema dividido en dos partes, en cuya primera contesta Lope a los ataques que le había dirigido Torres Rámila en 1617 con su Spongia, y que hasta ahora no habían sido recogidos directamente por el poeta, sino sólo devueltos por medio de sus amigos.

Quando ipsum in theatro traduxerit? Rámila había echado en cara á Lope su ignorancia del latín, y esto da motivo á su defensor para escribir la siguiente diatriba: «¡O ineptam criminandi licentiam et absurdum invidiae commentum, ei Romanae linguae inscitiam objicere, qui toties diversis Galliae, Italiae aliarumque nationum hominibus scripsit, toties incredibili styli suavitate respondit.

También el famoso Mariana, aunque poco inclinado al teatro, compuso un epigrama griego, en el cual se califica al crítico de necio orgulloso, de plagiario y de digno de la horca, y Mariner de Valencia escribió otro latino, en el cual dice muy políticamente que Rámila es un asno en cuerpo y alma, desde los piés á la cabeza. Más ingeniosamente supo Lope burlarse de sus enemigos.

Lope, según ellos, en vez de haber faltado al arte dramático, encierra en cuanto este arte exige, y Rámila, por su heregía literaria, merecía ser azotado en público y hasta ahorcado.

Para , Pereda es, antes que toda otra cosa, el compañero y el amigo de mi infancia, el Pereda de las Escenas, el que en 1864 imprimía en La Abeja Montañesa los diálogos del Raquero, el Pereda sin transcendentalismos, ni filosofías, ni políticas; pintor insuperable de las tejidas nieblas de nuestras costas; de la tormenta que se rompe en las hoces; del alborozo de los prados después de la lluvia; de la vuelta de las cabañas desde los puertos; de la triste partida del mozo que va a Indias; de la entrada triunfal y ostentosa del jándalo; de la alegría del hogar en Nochebuena, amenizada por el estudiante de Corbán; de los supersticiosos terrores que vagan en torno de la pobre Rámila, y la traen a miserable muerte; de la salvaje independencia de los antiguos pobladores de la calle Alta y del Muelle de las Naos, últimos degenerados retoños de los que en la Edad Media daban caza a los balleneros ingleses en los mares del Norte, y ajustaban tratados de paz y de comercio con sus reyes; y finalmente, de la casa solariega próxima a desplomarse, y apuntalada, si acaso, por los dineros del indiano; y del concejo de la aldea, donde a duras penas vegeta algún rastro de las antiguas costumbres municipales.