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Pero soy joven, y a veces me imagino los supersticiosos lo llamarán quizás un presentimiento, que mi papel en esta vida no ha terminado aún; que, algún día, de una u otra manera, volveré a participar en asuntos y sucesos de alta importancia, y tendré que oponer mi astucia a la de mis enemigos y la fuerza de mi brazo a los golpes del contrario.

Si no la cree es un tormento, y si la cree... ¡Bienaventurado aquél a quien la mujer dice no quiero, porque ése, a lo menos, oye la verdad! El último día 23 del año 1836 acababa de expirar en la muestra de mi péndola; y, consecuente en mis principios supersticiosos, ya estaba yo agachado esperando el aguacero y sin poder conciliar el sueño.

Tambien es verdad que los naturales, estremadamente supersticiosos, se prestaban á ello, como sucede hoy en dia, con una especie de entusiasmo que rayaba en frenesí. Acostumbrados á martirizarse en los ejercicios de su culto primitivo, nada tenia de estraño que al convertirse al cristianismo hubiesen conservado el mismo fervor, y sobre todo la misma insensibilidad física.

Sin embargo, la capillita en cuestión tenía aún sus fieles, escasos, pero tenaces; aldeanas viejas apegadas a las antiguas costumbres como a las antiguas modas, y que iban a quemar un cirio por la curación de alguna enfermedad, rudos pescadores que en la tormenta han puesto su confianza hereditaria en la Virgen que acogía los votos de sus padres, y jóvenes prometidos, supersticiosos como todos los enamorados, que van a encender dos cirios juntos cuya llama más o menos viva es el símbolo de su amor.

En Francia, como en España ¡cuántas «fuentes del diablo» y «bocas de infierno» existen, no frecuentadas por los campesinos supersticiosos, y teniendo únicamente de infernal, sin embargo, esas fuentes temidas y esos antros subterráneos, la majestad salvaje del lugar ó la azul profundidad de sus aguas!

Las costumbres fueron siempre los principales elementos que los macambas trataron de explotar en defensa del predominio é influencia que venían poseyendo en aquellos pueblos, sujetos al capricho de su voluntad, por medio de las acomodaticias invocaciones, originarias de supersticiosos manejos.

El miedo a la soledad y a la oscuridad, que no existen en el niño educado laicamente, y que afligen a los niños educados "cristianamente" deprimen también a los adultos ignorantes y supersticiosos, con las más lamentables consecuencias, como, verbigracia, este caso que me fue referido por mi primo Roberto Suárez.

Ya no le son extraños los crímenes; ya ha derramado sangre inocente, y ya le asedian supersticiosos temores, aunque su orgullo sea inaccesible á cualquiera otro motivo de miedo.

Los supersticiosos creen que las jóvenes, que bañan esa noche sus pies en un barreño de agua, y dejan flotar sus cabellos al capricho de los vientos, averiguan por ciertas señales quién ha de ser su esposo. Pedro se ingenia de manera que muchas labradoras, que hacen este experimento, conozcan por ciertas señales á los que miran por amantes y los escuchen con benevolencia.

Eso mismo lo hará abominar de todo el pasado hispano-colonial, sintiendo por él un santo horror, a igual de otros grandes pensadores nuestros: Sarmiento y Alberdi; pasado que ha moldeado ese tipo de individuos y de sociedades, resignados hasta el fatalismo, supersticiosos, fanáticos y perezosos, como una consecuencia del pésimo régimen político, del feudalismo de la tierra unido al detestable régimen económico y, sobre todo, como un producto de la morfina absorbida por siglos de cristianismo que en su afán de cultivar el alma para la otra vida ha descuidado ésta "flaca vida terrenal", formando así sociedades reacias a la higiene, a la cultura y al trabajo, poco aptas para la civilización y el progreso técnico.