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En medio de los bulliciosos placeres de las fiestas y bailes que en el castillo se sucedían, pasaba ella como una sombra, indiferente, helada, y algunas veces hasta irritada. Su ironía atacaba con inconcebible amargura, tan pronto á los puros goces del espíritu, á los que proporcionan la contemplación y el estudio, como á los más nobles é inviolables sentimientos.

¿Veis? gritó mostrando el puño . Todo el mundo lo dice.... ¡Han envenenado las aguas! Inquieto, feroz y pequeño, Timoteo tenía todas las apariencias del chacal, la mirada baja y traidora, los músculos ágiles, el golpe certero. Atacaba de salto. Era el mismo a quien vimos haciendo buñuelos en la tienda inmediata a la gran carnecería de la Pimentosa, de quien era protegido, lo mismo que su mujer.

Hizo un esfuerzo para clavar la espada, y el toro se estremeció dolorosamente, pero siguió en pie, rechazando el acero con un rudo cabezazo. ¡Una! clamó con vocerío burlesco el público de los tendidos de sol. «¡Mardita sea!...» ¿Por qué le atacaba esta gente con tanta injusticia? Volvió a apoyar la espada y pinchó, acertando a dar esta vez en el punto vulnerable.

Atacaba y pillaba al enemigo, pero cuando no encontraba adversarios a quienes acometer, o cuando él quería asegurar el éxito de una operación peligrosa, no tenía ningún género de inconvenientes en consumar actos de verdadera piratería, sin perder el aspecto venerable y majestuoso de su fisonomía, y aun llorando y cubriendo sus gavilanadas con palabras de humildad que parecían salir del fondo de su alma.

Aquella melancolía atacaba a la Tribuna desde que no alimentaba su viva imaginación con espectáculos políticos y desde que al bullicio de la Unión del Norte sucedió la habitual y uniforme vida obrera de antes, sin asomo de conspiración ni de otros romancescos incidentes. Por distraerse, habló más con Ana de amoríos y menos de política. Ana se prestaba gustosa a semejantes coloquios.

Lleno de malignidad hay otro, en el cual atacaba personalmente al poeta y á su familia, burlándose de su escudo de armas, grabado debajo de su retrato en la portada de El Peregrino, etc.

Izquierdo les ofreció las dos sillas que en la estancia había, y él se sentó sobre un baúl, poniendo al Pituso sobre sus rodillas. Rafaela cuenta que en aquel momento se le ocurrió un plan infalible para defenderse del monstruo, si por acaso las atacaba. Desde el punto en que le viera hacer un ademán hostil, ella se le colgaría de las barbas.

El caso, de común acuerdo, se ocultó o se disimuló para con el público. La fiebre amarilla hacía entonces muchas víctimas en Río. En la Tejuca no atacaba nunca aquella enfermedad, pero si alguien la traía a la Tejuca desde Río, la muerte era inevitable y rápida. Para el público se supuso que Arturito había muerto en la Tejuca de la fiebre amarilla.

Quizá diera esto ocasión a que el señor Tomás tardara más tiempo del ordinario en salir del cementerio. Al regresar de frente hacia la ciudad, principiaron a brillar ante él las luces, y un viento impetuoso, que la neblina hacía sensible, ya le impelía hacia adelante, ya como puesto en acecho le atacaba enfadosamente desde las desiertas calles de los suburbios.

Cuando la doctoresca lucubración llegó a su término, la gente, puesta de pie con la copa en la mano, lanzó los tres ¡hoch! de costumbre, mientras la música atacaba la marcha de Lohengrin.