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Algún perro del cortijo, entrando de tarde en tarde, daba vueltas en torno de ella con un gruñido sordo, que expresaba su extrañeza, y después de intentar lamer su cara pálida, alejábase repelido por las manos exangües, transparentes, infantiles.

Parece mentira que la señora mantenga en su casa este bicho asqueroso. Si fueses cosa mía, te desollaba viva. Pero aunque no era cosa suya, procedía como si lo fuese: la desollaba a azotes. Una vez su furor fue tan grande que, cogiéndola por las orejas, le higo lamer el suelo mojado. La hora más terrible para la criatura era la de las lecciones.

Eran cerca de las siete y media cuando se oyó un ruido de pasos a la entrada del patio. El perro se adelantó hasta el umbral refunfuñando; mas al llegar allí respiró el viento de la noche, y después volvió tranquilamente a lamer de nuevo su escudilla. Debe de ser alguien de la casa dijo Anita , porque Michel no se mueve.

Porque, después de esto, ¿cómo tener confianza en el porvenir? si para vencer los rigores del presente había que agacharse a lamer las botas del aborrecido enemigo...

Así hablan los hombres exclamó la Nati, una chulilla de Lavapiés que descubría el paño, no sólo en la conversación, sino también en el peinado, en los andares, en todo. ¡Qué simple eres, criatura! dijo la Amparo volviéndose a ella . ¿Te figuras que eso es cierto? Clementina le tiene más sumiso que un perrillo de lanas. Si se le antoja, le hace lamer la planta de sus pies.

Si llovía de pronto, ya estaba el muchacho corriendo a la calle de Botoneras a buscarle el paraguas: si había que ir al estanco por tabaco, volvía en un decir Jesús; para traerle café de uno que había cerca de la imprenta, nadie andaba más ligero, y si la cafetera venía fría, la arrimaba a la máquina de vapor, sin lamer la media tostada o escamotear azúcar, como hacían otros.

El verlas plegadas y frías hace temblar... Un gran corzo, magnífico y tranquilo, parecía dormir, con su lengüecita sonrosada fuera de la boca, cual si aun fuese a lamer. Y también estaban allí los cazadores, inclinados sobre aquella carnicería, contando y tirando hacia sus morrales de las patas ensangrentadas y de las alas rotas, con menosprecio de todas esas heridas recientes.

El día estaba triste; uno de esos días de lluvia menuda y continua en que sólo se ven en el suelo cieno y lodazales y en el cielo nubes pardas, inmóviles, pegajosas, que parecen lamer las torres y las cúpulas, cual la viscosa baba de un monstruo inmenso.

Hijo Andrés, reposad ahora en el nido debajo de nuestras alas; que a su tiempo os sacaremos a volar, y en parte donde no volváis sin presa, y lo dicho dicho: que os habéis de lamer los dedos tras cada hurto. Pues para recompensar dijo Andrés lo que yo podía hurtar en este tiempo que se me da de venia, quiero repartir docientos escudos de oro entre todos los del rancho.

Quando estuviéron cerca de la sala del trono, preguntó Cacambo á uno de los oficiales principales como habian de saludar á Su Magestad; si hincados de rodillas ó postrados al suelo; si habian de poner las manos en la cabeza ó en el trasero; si habian de lamer el polvo de la sala; finalmente quales eran las ceremonias.