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Parecía, pues, que la discordia entre el instinto de rebelión del Príncipe y la predicación de la paz por la Condesa había precedido al desengaño fundamental; pero en el momento de reconocer la inutilidad de sus propios esfuerzos, ¿no debía haber ella sospechado que aquel hombre no había sido sincero al asegurarla que por su amor había vuelto a creer? ¿Y semejante sospecha no debía herirla, no solamente en sus creencias, sino aun en sus esperanzas?

Según íbamos ganando altura, encontrábamos más a menudo grandes placas o «tresechones» de granizo congelado en las laderas sombrías, y desde los picos de Europa hasta los de Sejos, todas las cumbres que se alcanzaban a ver estaban cubiertas de nieve, en la que centelleaba el sol al herirla de frente con sus rayos. Así era el aire ambiente, frío y cortante como una navaja de afeitar.

No hasta qué punto la comisión de alumbrado público ha hecho bien en buscar este nuevo aliciente para excitar la fantasía del vecindario. Sin embargo, fuerza es confesar que en esta ocasión ha sabido herirla de un modo delicado y útil, revelando lo infinito por medio de una misteriosa e indefinida sucesión de faroles.

La comedianta, no era, es cierto, la mujer digna, pura, magnífica, el tesoro, en una palabra; pero la Dorotea era un ser desgraciado; tenía en su favor su infortunio... abandonarla era herirla... y luego... digámoslo de una vez, ¡era tan hermosa la Dorotea!... ¡amaba de una manera tan profunda, ten delicada, tan ardiente!...

entonces sollozos y quejidos: la agonía de un alma. ¡Desventurada! ¡Cuánto perdía con aquel silencio mío, que era la declaración de los escándalos de su madre! »El remordimiento, el dolor de herirla tan hondo y en tantos sitios a la vez, produjo en una súbita reacción.

Entonces le cogía las orejas, las estrujaba hasta arrancarlas. No satisfecha todavía, irritada de no poder herirla en la cara, tomó un plumero que había sobre la mesa, y con el mango comenzó a sacudirle sobre las manos, dejándolas cubiertas de cardenales. Al fin consiguió salvarse.

Pero me sentía tan feliz, viéndole y habiéndole, que en aquel momento, esta pequeña decepción pasó por mi alma sin herirla. El señor de Couprat nos hizo saber que habría varios bailes en el mes de Octubre. Me alegro respondió Juno. Me enseñarás a bailar le dije saltando sobre mi silla. Pido que se me permita ser el profesor exclamó Pablo de Couprat.

Solíamos contar a don Alonso cómo al sentarse a la mesa nos decía males de la gula, no habiéndola él conocido en su vida; y reíase mucho cuando le contábamos que en el mandamiento de No matarás metía perdices y capones y todas las cosas que no quería darnos, y, por el consiguiente, la hambre, pues parecía que tenía por pecado no sólo el matarla sino el herirla, según regateaba el comer.

¿Culpable? ¿A excusarse? exclamó, procurando reponerse de la sorpresa. , soy un loco, un amigo cruel y desolado que viene a ponerse a sus pies y pedirle perdón... Pero, ¿qué tengo que perdonarle? añadió, un poco asustada por aquella calurosa invasión en la tranquilidad de su retiro. Mi conducta pasada, todo lo que he hecho, todo lo que he dicho, con la estúpida intención de herirla a usted.

Ya no era posible evitar esto, porque la infamia se había consumado; pero ¿por qué al dolor de esta puñalada se había de añadir otro más hondo todavía? ¿No era sobrada crueldad herirla, para que también se pretendiera matarla? ¿En qué me rebelaba yo contra las iras del cielo, que castigaban mis pecados, pidiendo la vida de la inocente?