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Si yo no hubiera apuntado tan bien aquellos cañones, quién sabe, quién sabe... ¿Y qué crees ? Aún puede que haga algo más; aún puede ser que si el viento nos es favorable, rescatemos mañana un par de navíos... , señor... Aquí estoy meditando cierto plan... Veremos, veremos... Con que adiós, Gabrielillo. Cuidado con lo que le dices a Paca. No, no me olvidaré.

Parece un santo decía a sus amigas . Hay que ver la seriedad con que repite las oraciones.... Gabrielillo llegará a ser algo. ¡Quién sabe si le veremos obispo! Monaguillos he conocido yo, cuando mi padre estaba encargado de la sacristía, que ya usan mitra, y puede que algún día los tengamos en Toledo.

Con el propósito firme de subirme a él cuando el casco acabara de hundirse, miré aquel árbol orgulloso en que flotaban trozos de cabos y harapos de velas, y que resistía, coloso desgreñado por la desesperación, pidiendo al cielo misericordia. Marcial se dejó caer en la cubierta, y luego dijo: «Ya no hay esperanza, Gabrielillo. Ni ellos querrán volver, ni la mar les dejaría si lo intentaran.

Esos siglos que os pintan como de grandeza y bienestar son justamente los más malos de nuestra historia, la causa de la decadencia española, el principio de todos nuestros males. ¡Alto ahí, Gabrielillo! dijo el Vara de plata . sabrás mucho, has viajado y leído más que yo, pero eso no cuela.

Los niños de las Claverías y las mujeres estaban abajo, contemplando el Monumento. Las habitaciones parecían abandonadas. Gabriel vio pasar por frente a la ventana a su hermano, que al momento apareció en la puerta. ¿Qué quieres, Gabrielillo? ¿Qué te pasa? La tía me ha alarmado con el recadito. ¿Es que estás peor? Siéntate, Esteban. Estoy bien; tranquilízate....

Un día le abordó, sonriéndole con expresión protectora: Vas a tener, Gabrielillo, antes de lo que piensas, el premio de tu buena conducta. ¿No te dije que buscaría algo para ti, a cambio de que me ayudases a enseñar el Tesoro? Pues ya lo tienes.

Arrancó el botafuego de manos del herido y me lo entregó diciendo: «Toma, Gabrielillo; si tienes miedo, vas al agua». Esto diciendo, cargó el cañón con toda la prisa que le fue posible, ayudado de un grumete que estaba casi ileso; lo cebaron y apuntaron; ambos exclamaron «fuego»; acerqué la mecha, y el cañón disparó.

Gabrielillo, abrázate conmigo, y apriétate bien contra . no tienes pecados, y vas a andar finiqueleando con los ángeles divinos. Más vale morirse a tu edad que vivir en este emperrado mundo... Con que ánimo, chiquillo, que esto se acaba. El agua sube, y el Rayo se acabó para siempre. La muerte del que se ahoga es muy buena: no te asustes... abrázate conmigo.

Alzó la vista cuando me acerqué a él, y tomándome la mano, dijo con voz conmovida: «Gabrielillo, no me abandones. ¡A tierra! ¡Todos vamos a tierra!», exclamé yo procurando reanimarle; pero él, moviendo la cabeza con triste ademán, parecía presagiar alguna desgracia.

«Ánimo, Gabrielillo prosiguió . El hombre debe ser hombre, y ahora es cuando se conoce quién tiene alma y quién no la tiene. no tienes pecados; pero yo . Dicen que cuando uno se muere y no halla cura con quien confesarse, debe decir lo que tiene en la conciencia al primero que encuentre.