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7 Y venido a Jerusalén, entendí el mal que había hecho Eliasib en atención a Tobías, haciendo para él cámara en los patios de la Casa de Dios. 8 Y me dolió en gran manera; y eché todas las alhajas de la casa de Tobías fuera de la cámara; 9 y dije que limpiasen las cámaras, e hice volver allí las alhajas de la Casa de Dios, las ofrendas y el incienso.

Al día siguiente, por la mañana, lo supo doña Paula, y al comer, en un incidente de la conversación, tuvo habilidad para darle la noticia a su hijo. No creo que esa señora haya ido ayer al teatro. Pues yo lo por quien la ha visto. El Magistral se sintió herido, le dolió el amor propio al verse en ridículo por culpa de su amiga.

Les dolió el corazón de dejar solo a su padre viejo, y decir adiós para siempre a los árboles que habían sembrado, a la casita en que habían nacido, al arroyo donde bebían el agua en la palma de la mano. Como a una legua de allí tenía el rey del país un palacio magnífico, todo de madera, con veinte balcones de roble tallado, y seis ventanitas.

Y con el puño cerrado golpeé sobre la mesa, lo que me dolió bastante. Veamos, veamos, mi buena hijita díjome conmovido el cura, cálmate y cuéntame lo que le hiciste. Nada. En cuanto os fuisteis, me apellidó desfachatada y se lanzó sobre mi como una furia. ¡Ah, qué odiosa! Vamos, Reina, vamos, bien sabes que hay que perdonar las ofensas.

Me dolió un poco la alusión hecha a la inconveniencia mía, y sobre todo el averiguar que usted la había notado; y entre quedar con el sambenito encima, y el riesgo de que volviera usted a reírse de declarándole la verdad, opté por esto, que resulta menos desairado que lo otro... a mi manera de ver.

Al oír esta relación, Pedro Lobo no pudo aguantar más, montó en cólera y dijo a la dueña: Ea, basta ya, doña Duval o doña Marisápalos, y no pretenda burlarse de e intimidarme con mentiras o con ridiculeces. Pronto, largo de aquí, si no quiere usted que me olvide de que es mujer y... vieja. Lo de vieja dolió en extremo a Madame Duval, porque se consideraba joven y casi lo era.

Ya que soy pobre: no hay necesidad de repetírmelo.... En fin, esto es lo de menos.... Me dolió bastante más el que mi marido me dijese que por se ve sin sucesión la casa de Moscoso.... ¡Sin sucesión! ¿Y mi niña? ¡Angelito de mis entrañas! Lloraba la infeliz señora, lentamente, sin sollozar. Sus párpados tenían ya el matiz rojizo que dan los pintores a los de las Dolorosas.

Gabriela escribía en la arena, con la contera de la sombrilla, una letra, una letra, que brilló ante mis ojos como si fuera de fuego. Me dolió el corazón como si me le mordiera una víbora. ¡Tuve celos, celos horribles! ¿En quién pensaba la señorita? Aquella letra era la primera de un hombre amado, y ese nombre... ¡no era el mío! ¿Cómo a ? repitió la doncella. ¡Cómo a usted, Gabriela!

Pues a ello prosiguió su padre optando, por lo que prefería . Anteayer, aquí mismo y a estas mismas horas, tuvimos una escena que nos dolió mucho a los dos, por un motivo muy emparentado con el de hoy... Yo te acusé entonces, y ni confesaste claro ni negaste, ni tampoco te defendiste; pero dijiste y otorgaste con tu silencio lo suficiente para que yo pudiera formar juicio de todo, como le formé; y teniéndole por bien fundado, tomé una resolución que has calificado de injusta pocas horas hace. ¡Es tan distinto del mío tu punto de vista!

Usted ha hecho por su ingenio y con su conversación que yo le trate como a un amigo, y me he tomado la libertad de enseñar a Vd. lo que no debía. ¿Quiere Vd. decir que ha enseñado joyas a un mendigo? No, Pepe; eso me lastima. Paz se dolió de aquella respuesta, y desviando de él la mirada, guardó silencio; mas su actitud y la expresión de su semblante no indicaron enojo, sino amargura.