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Si se había aprovechado de ella mejor le parecía que hubiese sido él que no otro. Mucho le hubiera dolido ver en manos extrañas el caudal de su amo. Poseíale, por lo tanto, de buena fe, con justo título, y hasta con y por cierto sentimiento de veneración a la memoria del difunto ilustre poseedor.

Pues ¿y el fiscalillo ese, con su lengua de puñal?... Yo le estimo, es la verdad... y suele tener los grandes golpes... Vamos, que clava los apodos... Pero ¡carape! a lo mejor tiene unas cosas... como las de esta noche, por ejemplo... Aquello no venía al caso, ni siquiera era decente... Son personas respetables... y amigas de uno... y acaba uno de comer a su mesa... Póngase cualquiera en mi lugar; y si es persona decente, a ver si no haría lo que hice yo... Sentiré que le haya dolido lo que le dije; pero él se tuvo la culpa, y yo cumplí con mi deber... como hubiera cumplido si él continúa con la broma y le rompo yo algo en la cabeza... ¡Carape si se lo rompo!

Si se nos permite que supongamos que la vida es un camino sobre el cual marchamos con los ojos vendados, se nos permitirá también suponer que la experiencia es un poste colocado en medio de nuestro camino, hacia el que marchamos a ciegas, y contra el cual nos rompemos las narices. Pero en cambio, y por mucho que el golpe nos haya dolido, encontramos una verdad que no conocíamos;

Viéndole tan dudoso y alterado, díjole, al fin, con tono de dolido reproche: ¡Si no quieres, Salvador, yo no te obligo!...

No se le conocía a Viváis-mil-años moza ni parienta de algún género, ni vicio que de reparar fuese; vivía solo, en paz y en gracia de Dios, como él decía, no embargante lo de los hechizos y los untos, que él negaba; y así iba pasando nuestro hombre sin crecer ni menguar, y siempre feliz y contento, y con una tal y tan peregrina salud, que él afirmaba que en todos los días de su vida no le había dolido ni una uña.

Estaba con la cabeza baja y el pensamiento en lejanía. ¡Pillo! murmuré, a pesar mío. No, no era un pillo corrigió la Pinta, volviéndose a mirarme con gesto dolido . No era cura todavía; seminarista nada más. Quería casarse conmigo. Nos escapamos. El padre de él le cogió. Mi madre no quiso admitirme en casa. Después, claro está.... Estoy segura que mi novio sigue queriéndome.

Yo soy, como sabes, muy cariñoso... No lo puedo remediar... Cuando aprecio a una persona, soy capaz de darle la sangre del brazo, ¿estamos?... Pues con la familia siempre he sido muy franco..., ya lo sabes... Lo que yo tuve, siempre ha sido tuyo... Te he tratado siempre como lo que eres... porque a nunca me ha dolido gastar uno, dos o tres, estando la familia por medio... Pues, Tomás, yo me voy haciendo ya viejo... Tengo dos años más que ... ¿No te parece que debo casarme?

¿Le han dolido a usted algunas de las mías? Si la señora marquesa me lo permite, le responderé que . Pues me alegro; y si el dolor es tal que no puede resistirle sin el remedio que pretende y yo no le he de proporcionar, queda usted libre, desde este instante, de ponerse en situación más independiente y segura. ¿Me comprende usted?

Genoveva no pudo contenerse; tiró las disciplinas muy lejos y se arrojó llorando a abrazar a su señorita, cubriéndola de caricias y pidiéndole, por la salvación de su alma, que no la obligase a hacer semejante atrocidad. María la consoló, asegurándole que le había dolido muy poco la flagelación.

¿A no te habrán dolido nunca las muelas, eh, Manín? preguntó el maestrante, que no podía estar un cuarto de hora sin comunicarse con su mayordomo. ¡Quiá! exclamó el gañán sin abrir los ojos siquiera. ¡Es una roca! manifestó el caballero con verdadero entusiasmo.