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Luego el rey mandó que en las peleas de juego, que se llamaban torneos, saliera siempre a pelear un caballero con los ojos vendados, para que la gente de Francia no se olvidara de aquel gran valor. Y ahí vino el juego.

Después de pensar esto sonrió con amargura. ¡Mentiras del deseo! ¡Ilusiones!... Al volver la cabeza reconoció la falsedad de su esperanza. Nadie seguía sus pasos: él era el único que marchaba por el centro de la avenida. En un banco inmediato descansaba un oficial con los ojos vendados.

Quebrose la clara luna, y las cinceladuras finísimas del marco se abollaron al golpe. Poco tardó, no obstante, en volver a apoderarse de ella la pertinaz ilusión que dulcemente lleva de la mano a los tísicos, vendados los ojos, hasta la puertas de la muerte.

Asíos á mi brazo, que seguro estoy de no perderme; toda la calle de Atocha arriba, á la calle de la Magdalena, la de la Merced, la del Duque de Alba, la de Toledo, la plaza de la Cebada y la calle de Don Pedro; iría con los ojos vendados.

Otros se dejaban empujar tendidos en los carritos que habían servido muchas veces para conducir los enfermos piadosos desde la estación á la gruta de la Virgen. Algunos caminaban á ciegas, con los ojos vendados, junto á un niño ó una enfermera.

Como el escombro de caballo en que anda tiene los ojos vendados y no puede defenderse, por falta de fuerza y agilidad, cuando la púa del picador no resiste para contener el empuje del toro, este se aboca sobre el miserable rocin, le hunde las hastas aguzadas en el pecho y el vientre, lo despedaza y lo lanza á algunos pasos de distancia; quedando el picador tendido en el suelo, sin defensa, bajo la sangrienta y confusa mole del caballo y el toro.

El acabar estas razones y el abrir de la puerta fue todo uno. Púsose en pie sobre la cama, envuelto de arriba abajo en una colcha de raso amarillo, una galocha en la cabeza, y el rostro y los bigotes vendados: el rostro, por los aruños; los bigotes, porque no se le desmayasen y cayesen; en el cual traje parecía la más extraordinaria fantasma que se pudiera pensar.

Las señoras debían avanzar con los ojos vendados, trazando a tientas el ojo que faltaba en la cabeza del animal. El «digno representante de la comisión», título que se daba a mismo Maltrana, se apresuró a encargarse de vendar los ojos de las jugadoras y dirigir sus pasos, disputando este honor a ciertos intrusos que intentaban despojarle del cargo, adivinando sus ventajas.

Villaespesa es de los poetas que han comido peor; como veis, esto es el colmo de la redundancia. Pero él ha probado bravamente que se pueden escribir versos admirables y soñar con princesas, alimentando la miseria corporal con queso manchego y chocolate con churros. Ha pasado por la vida misérrima sin enterarse, con los ojos vendados por un jirón azul de ideal.

Si se nos permite que supongamos que la vida es un camino sobre el cual marchamos con los ojos vendados, se nos permitirá también suponer que la experiencia es un poste colocado en medio de nuestro camino, hacia el que marchamos a ciegas, y contra el cual nos rompemos las narices. Pero en cambio, y por mucho que el golpe nos haya dolido, encontramos una verdad que no conocíamos;