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Allí era de ver la hercúlea fiereza con que un fornido inocentón manejaba el hacha sobre el tajo, haciendo trizas a la víctima, que había sido un inocentísimo carnero manchego, o benemérita vaca de la sierra de Gredos.

¡Válame Dios, y quién será aquel que buenamente pueda contar ahora la rabia que entró en el corazón de nuestro manchego, viéndose parar de aquella manera!

Segunda parte del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha Capítulo IX. Donde se concluye y da fin a la estupenda batalla que el gallardo vizcaíno y el valiente manchego tuvieron

«¡Aquí de don Quijote!», pensaba yo una noche que tal sucedía. «¿Qué hiciera con nosotros el valeroso manchego, si en esta guisa nos hallara? ¿No arremetería furioso contra esta muchedumbre, tomándola por escuadrón de fantasmas, ó por sarta de disciplinantes? ¿Creería, si se lo jurasen, que erais, entre tanto barro y azotadas, como vais, por la cellisca, las más mimadas flores del hermoso jardín de la Montaña

Para un impío racionalista, tan absurdos son los retozos de Sancho con las Pléyades, como la conversación y los lances del hidalgo manchego con Montesinos, Durandarte y Belerma. ¿Por qué, para un espíritu religioso, han de ser fanáticos el doctor eximio Suarez, el glorioso Ignacio de Loyola, Melchor Cano y Domingo de Soto, y han de ser unas criaturas muy juiciosas y razonables Wiclef, Knox, Lutero y Calvino?

Y los dos grandes perros mastines, Manchego y Navarro, traídos cachorros de Castilla, caracoleaban en torno suyo solicitando también una caricia. Pero era necesario llevar aquellos animalitos á reposarse. D. Félix dió orden á los vaqueros para que los condujesen á Cerezangos y él también marchó con ellos. Cerezangos es una gran pradera distante menos de un kilómetro de la casa.

Villaespesa es de los poetas que han comido peor; como veis, esto es el colmo de la redundancia. Pero él ha probado bravamente que se pueden escribir versos admirables y soñar con princesas, alimentando la miseria corporal con queso manchego y chocolate con churros. Ha pasado por la vida misérrima sin enterarse, con los ojos vendados por un jirón azul de ideal.

Un labrador manchego, á quien se le preguntó durante la guerra de la Independencia por el número de tropas que defendían el paso de Sierra-Morena, replicó: Un medio mundo delante; un mundo entero detrás, y en el centro la Santísima Trinidad.

Luego que sintieron alejarse á sus perseguidores, los amigos subieron. Allí vivía el poeta clásico. ¿Tienes que cenar? le preguntó el Doctrino. Un magnífico festín contestó el poeta. Un cuarterón de queso manchego y una botella de Cariñena. Mandaremos por unos buñuelos á la taberna de la esquina. Lázaro tenía un hambre espantosa.

Entregábale las mesadas, y tenía además el encargo de vigilarle y darle consejos, un hombre de posición humilde y sanas costumbres, bastante viejo, amigo y aun algo pariente de los Miquis del Toboso. Este bravo manchego se llamaba Matías Alonso y era conserje de la casa de Aransis.