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Esta familia tiene muchas especies casi igualmente activas, y sus propiedades bastante semejantes; pero solo se ha estudiado el acónito napelo, y á él dedicamos este capítulo. Mucho se ha escrito sobre el acónito; pero en nuestro concepto, solo la escuela hahnemanniana le ha tratado de una manera completa. Para convencerse, basta leer las páginas que le ha consagrado Giacomini. Mr.

Vuestra sociedad excusa, glorifica esta debilidad, este egoísmo. Al amante que para evitarse a mismo un dolor, para asegurarse la posesión del placer mata a su rival, se le perdona; se va hasta juzgar hermoso, grande, admirable ese amor ciego y leal. En cambio, se condena el amor que a nosotros nos guía, nuestro sacrificio consciente, la obra de salvación a que nos dedicamos.

Dedicamos algunas páginas anteriores á la gran fiesta religiosa del «Corpus Christi» y ahora vamos á tratar de otras profanas de que nos dan noticia los documentos de nuestros Archivos, en los cuales se reflejan las costumbres de los tiempos, viéndose por las notas que vamos á consignar cómo se fueron modificando, hasta cambiar por completo, los gustos, aficiones y tendencias populares.

Concluyo aquí, dejando á la consideracion de los benévolos lectores, lo que yo no puedo decir sin estender demasiado este prefacio, poco necesario en las humildes coplas de un hijo del desierto. ¡Sea el público indulgente con él! Y acepte esta humilde produccion, que le dedicamos como que es nuestro mejor y mas antiguo amigo. La originalidad de un libro debe empezar en el prólogo.

De aquel pueblo al de San Narciso empleamos todo el día catorce, bien es verdad que dedicamos la mañana á la caza del carabao cimarrón. Para llegar á San Narciso hay que vadear un sinnúmero de veces el Dumalong, no siendo esto lo más malo, y el salvar las peligrosas fragosidades del monte de aquel nombre. No hay que soñar siquiera en hacer este trayecto á caballo, y en carabao ó en hamaca.

¿Dónde os metéis, condenados? preguntaba la hermana al día siguiente . ¿Qué diversión es esa que os hace tan groseros? Mujer, son cosas de hombres. Mientras vosotras bailáis, nosotros nos dedicamos a ocupaciones más serias. Serias, ; tan serias eran, que Rafaelito tenía frita a la mamá según propia expresión , pidiéndola cinco duros al día siguiente de los bailes.

Al día siguiente de llegar, Allen, Ugarte y yo comenzamos a descubrir las avenidas del jardín y a arrancarles la hierba y a enarenarlas; luego nos dedicamos a limpiar los perales, en forma de abanico extendidos delante de las tapias. El domingo oímos la misa en la capilla, y después yo estuve registrando la biblioteca.

Estas tablas tenían pie y medio de ancho por tres de largo, y llevaban en medio agujeros disimulados con cera para sujetarlas a los pies. Terminados los preparativos, nos dedicamos a esperar un día obscuro. La luna comenzaba a menguar, pero aún las noches eran bastante claras. A medida que el momento se acercaba, me sentía intranquilo y febril.

El restaurante del Loro tenía un magnífico y odioso loro disecado pendiente del techo presentaba «las mismas condiciones de economía y pulcritud». Allí oímos cantar por primera vez a una gentil cantatriz que después conquistó puestos honrosos en el Arte. Cantó la «Siciliana» de Cavalleria rusticana; todos los poetas nos enamoramos repentinamente de ella y la dedicamos apasionados sonetos.

Ya que ha escapado, a pesar nuestro, de la semioscuridad del rincón casero y va a someterse a las miradas del lector desapasionado, lo dedicamos únicamente a la familia de la hermosa y tierna madre que inundó estas páginas con las efusiones de su corazón, sin prever que en la última hora de su vida le faltaría tiempo para quemar estos papeles.