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Si los primeros cristianos evitaban con el mayor cuidado cuanto tenía algún roce con el paganismo; si condenaban las obras artísticas y poéticas de la antigüedad , y Tertuliano apellidaba invenciones diabólicas á las tragedias griegas , con mayor motivo debieron reprobar con horror el teatro de aquel tiempo, que se distinguía por tan repugnantes licencias .

El barón se encargó de lanzar a su discípulo; le hizo admitir en su club. Allí se comía bien, y el señor de La Tour de Embleuse no perdió nada en cambiar de cocinero. Antes de su conversión, la comida excesivamente condimentada de los figones y el uso de los licores falsificados irritaban su estómago, enrojecían su lengua y le condenaban a una sed inextinguible.

El padre Garau era el encargado de convencer a Rafael Valls, «hombre de ciertas letras, pero al que inspiraba el demonio un desmedido orgullo, impulsándolo a maldecir a los que le condenaban a muerte, y sin querer reconciliarse con la Iglesia». Pero, como decía el jesuita, estas valentías, obra del Malo, acaban ante el peligro y no pueden compararse con la serenidad del sacerdote que exhorta al reo.

Hasta recordaba textos de Fray Luis de León en la Perfecta Casada, que, según ella, condenaban lo que estaba haciendo. «Me cegó la vanidad, no la piedad, pensaba». «Yo también soy cómica, soy lo que mi marido». Si alguna vez se atrevía a mirar hacia atrás, a la Virgen, sentía hielo en el alma. «La Madre de Jesús no la miraba, no hacía caso de ella; pensaba en su dolor cierto; ella, María, iba allí porque delante llevaba a su Hijo muerto, pero Ana, ¿a qué iba?...».

Gran cariño les inspiraba Clarita; pero al tenerla á su lado la condenaban á ser pobre como ellas para toda la vida. Consideraban á don Elías como persona de posición y carácter, y no dudaron, por lo tanto, en dejarle la niña. Permaneció, sin embargo, en Sahagún hasta 1812, época en que el realista dejó las armas y se retiró á Madrid.

Era un quijotismo, una locura, que ninguna persona sensata en Manila se lo podía perdonar y tenía mucha razon Juanito en ponerle en ridículo, representándole en el momento en que se iba al Gobierno Civil. Naturalmente, la brillante Paulita ya no podía amar á un joven que tan erradamente comprendía la sociedad y que todos condenaban. Ella empezó á reflexionar.

Los que escribían en prosa, sin prevención y con la franqueza del sigilo, no condenaban a Isabel por loba, sino que la admiraban como gran reina.

Se hablaba de un desesperado que se había quitado la vida, y los más condenaban al suicida; pero ella había expresado un sentimiento de que los creyentes no son capaces: no era cierto, decía, que la renuncia a la existencia acarreara una condena inevitable: no era cierto que la fe condenase en todos los casos la muerte voluntaria.

Condenaban la resolucion de Fernan los bien entendidos del arte militar, porque con 200 infantes, y ochenta caballos que solos tenia, no se podria emprender cosa tan difícil como lo era ganar un pueblo, habiendo dentro setecientos hombres para tomar armas, pero la vileza de sus ánimos, y la constancia de los nuestros, hizo facil lo imposible.

I no traten los necios defensores que aun tiene el detestable tribunal llamado por antífrasis Santo, de decir que sus jueces no deben ser acusados de crueles porque ellos despues que condenaban al hereje lo declaraban no sujeto á su jurisdiccion, respecto á que por su delito se apartó de la Iglesia, constituyéndose bajo la sola potestad laical, i que cuando lo entregaban á esta no pedian que le fuese quitada la vida.