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El cura, apenas hube acabado de pronunciar las últimas palabras, me clavó una mirada despreciativa y, extendiendo la mano hacia la puerta, dio con los dedos dos o tres castañetas y produjo con la lengua ese sonido particular con que se arroja a los perros de los sitios donde estorban. Me levanté estupefacto, el rostro encendido de vergüenza y de ira.

Yo, a bailar un tango o una-guaracha, mi queridín respondió, y diciendo y haciendo comenzó a saltar por la sala dando las castañetas hasta que se le cayó el sombrero y quedó al aire la piedra de lavar que tenía por cabeza. Los socios se tiraban por los divanes, de risa. Peña dejó escapar algunas frases de desprecio, y se retiró amoscado y desabrido.

El capellán, sin hacer caso de la mirada fulgurante que le arrojé, chasqueó de nuevo la lengua e hizo otras cuantas castañetas con los dedos, sin dejar de apuntar a la puerta y mirarme con soberano desprecio. Al pasar por delante de él llevó su grosería hasta decir: ¡Largo, largo! Y cuando ya bajaba por la escalera le exclamar desde lo alto de ella: ¿La hermanita, eh? Ha olido cuartos, ¿verdad?

De entre el son del tamborín y castañetas y fuga del baile salió un rumor que encarecía la belleza y donaire de la Gitanilla, y corrían los muchachos a verla y los hombres a mirarla. Pero cuando la oyeron cantar, por ser la danza cantada, ¡allí fué ello!

BENITO. Esta ¡cuerpo del mundo! que es figura hermosa, apacible y reluciente. Sobrino Repollo, que sabes de achaque de castañetas, ayúdala y será la fiesta de cuatro capas. SOBRINO. Que me place, tío Benito Repollo. CAPACHO. ¡Toma mi abuelo, si es antiguo el baile de la Zarabanda y de la Chacona!

Bailaron luego hilando castañetas Lorenza y Justa y un galán barbero Que mira á Inés, haciendo más corvetas Que el Conde ayer en el caballo overo. 1940 ¡Oh celos! todos sois venganza y tretas, Pues porque bajar el caballero Que adora de tu dueño la belleza, No le quise alegrar con mi tristeza.

Taylor hubiera sido bailarín, la castañeta hubiera sido también, naturalmente, el núcleo de sus impresiones, la piedra angular de todo el caramillo de ideas que sobre España formase; pero como yo no creo que el señor Taylor sea bailarín de oficio, hallo raro que califique á España de país de la castañeta, por más que en España las castañetas ó castañuelas se toquen desde muy antiguo, según lo atestigua Marcial en sus versos en elogio de Teletusa, que las repiqueteaba de lo lindo al gusto de Cádiz; por más que un docto fraile inventase y escribiese una ciencia nueva titulada Crotalogía ó ciencia de las castañuelas, y por más que mi ingenioso y erudito amigo D. Francisco Asenjo Barbieri, que en paz descanse, escribiese también un curioso discurso sobre tan alegre instrumento.

En otro más numeroso, de ambos sexos, hacia el medio, se bailaba al uso del país, sonando las castañetas con las mudanzas peculiares de aquella región. Aquel baile duraba cinco o seis horas sin reposo alguno. Se sudaba copiosamente, ¡pero cansarse! los hombres alguna vez, las mujeres nunca.