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El capellán, sin hacer caso de la mirada fulgurante que le arrojé, chasqueó de nuevo la lengua e hizo otras cuantas castañetas con los dedos, sin dejar de apuntar a la puerta y mirarme con soberano desprecio. Al pasar por delante de él llevó su grosería hasta decir: ¡Largo, largo! Y cuando ya bajaba por la escalera le exclamar desde lo alto de ella: ¿La hermanita, eh? Ha olido cuartos, ¿verdad?

Despertáronlos y mandáronles que tuviesen a punto los caballos, porque, en saliendo el sol, habían de hacer los dos una sangrienta, singular y desigual batalla; a cuyas nuevas quedó Sancho atónito y pasmado, temeroso de la salud de su amo, por las valentías que había oído decir del suyo al escudero del Bosque; pero, sin hablar palabra, se fueron los dos escuderos a buscar su ganado, que ya todos tres caballos y el rucio se habían olido, y estaban todos juntos.

Tenía que hacerle ciertas preguntas que, no tratándose del Arcipreste, podrían ser peligrosas. Glocester había olido algo. «¿Cómo no se marchaba el Magistral? ¿Cómo sufría aquella jaqueca? No, pues él tampoco dejaba el puesto». Era el de Mourelo el más cordial enemigo que tenía el Provisor.

¡Ah! ¡! ¿Se trata de boda? ya lo había yo olido. Pero de nada menos que de eso me ha hablado el rey. No importa, yo represento como madrina á la reina. ¡Ved ahí qué casualidad, que nos hayan buscado á los dos para representar un matrimonio! ¿Y los testigos? Son de la casa. ¿Se trata de un casamiento secreto? No, señor; sino de un matrimonio de conciencia.

Tistet no era noble; pero el Papa deseaba a toda costa recompensarlo por los cuidados que había tenido con su bestia, y especialmente por la actividad que acababa de desplegar durante la empresa de salvamento. ¡Valiente chasco se llevó la mula al día siguiente! ¡Ah, bandido; algo se ha olido él! pensaba, mientras sacudía con furia sus cascabeles.

El general, siguiendo una respetable tradición, se guardaba tranquilamente los sueldos de los combatientes que no existían y el valor de los piensos que jamás habían olido sus caballos. De algún modo debía pagar la patria los servicios pretéritos de sus héroes y los que le seguirían prestando en el resto de sus días. Continuaba en guerra el país.

¿Para qué te ocupas...? Me ha olido a estofado de vaca... No me lo niegues... Ahora, más que nunca, hay que apelar a las tortillas de patatas, a las alcachofas rellenas, a la longaniza, y si me apuras, a asadura de carnero, sin olvidar las carrilladas. Si te fías de Cándida y le encargas la compra, pronto nos dejará por puertas.

Optaron por lo primero, y avínoles mal, porque Amparo, como el corcel de batalla que ha olido la sangre, dilatadas las fosas nasales, brillantes los ojos, se preparaba a renovar la lid, animando a sus compañeras. Son los protestantes. A correrlos. A correrlos: ¡viva! Van a pasar otra vez por aquí... ánimo... a ver quién les acierta mejor. ¡Que vengan, que vengan! ¡Ahora entra lo bueno!

A estas buenas personas les disgusta tener una niña en el teatro y querrían traerla al buen camino a fuerza de puntapiés en... ¡Ya me entiende usted...! En fin, si usted quisiera, vendría conmigo al curso de Canto donde la rapaza se perfecciona; le echaríamos el guante, usted le diría buenas cosas y yo me la llevaría a Bizons. ¡Usted no puede negarme esto, que causará, además, un efecto excelente en su distrito...!» Yo no me había olido la trastada, y seguí a mi Chabornac; llevóme a lo más hondo de una callejuela, allá, por el bulevar de Estrasburgo; subimos la escalera de una casa tan nauseabunda, que usted no la hubiera encontrado digna de albergar siquiera sus canes.

Creo que es una mina continuó en el Norte de la república, cerca de Bolivia, no si de petróleo, de diamantes o de libras esterlinas recién acuñadas. Ha olido que soy pobre, y no se digna exponerme sus planes; pero ya verá cómo se le aproxima así que se percate de que usted desea trabajar en América y lleva dinero para eso.