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Actualizado: 7 de junio de 2025


De pronto se detuvo, se encaró con Leto, y rascándose suavemente la cabeza con dos dedos, le habló así: O yo no soy perro viejo, o me he olido hasta la calidad de ese clavo, cuanto más la hondura de la brecha que ha abierto en usted.

En el ambiente de patrones apenas alfabetos, y de sirvientes y trabajadores totalmente analfabetos en que transcurría nuestra infancia, todos temían y nadie había visto nunca a Dios; pero todos habían visto, oído, olido o sentido al diablo, rondándoles el alma o pisándoles los talones, en mil circunstancias nocturnas o aun diurnas.

Decía: «Antonio Pérez volvió de Inglaterra: no he olido lo que ha traído; pero él se topó cerca de este lugar con el Duque de Guisa y le habló en sus desventuras. Vea V. S. si con este hombre es menester hacer algo ó con D. Martín de Lanuza, que también anda con el Príncipe de Bearne, y ha llegado á las puertas de París, y dice desea reducirse.

Creyérase que Mauricia lo había olido, porque de improviso alzó la cabeza, adquiriendo tal animación y vida su cara que parecía mismamente la del otro cuando, señalando las pirámides, dijo lo de los cuarenta siglos.

Creíase en la ciudad que de un día a otro se iría a Madrid a reunirse con su futura. Sin embargo, Manuel Antonio, cuyo olfato era superior al de todos sus contemporáneos, había olido algo. Y con la tenacidad y el disimulo de una Isabel de Inglaterra, principió a recoger noticias y a atar cabos de tal modo que a la hora presente andaba muy cerca de la verdad.

Núñez dio un prolongado chupetón al cigarro, sacudió la ceniza con el dedo meñique. ¿Barragán ha visto o ha olido a tu cuñada? preguntó al cabo con afectada indiferencia. Dice haberla visto cuando se inclinó para tomar el vaso replicó Tristán sin perderle de vista. ¡Oh! entonces no hay cuidado.

Nosotros irémos á oler y fisgar, para decir sencilla y buenamente lo que hemos olido y fisgado. Si es malo para ellos, que tengan paciencia; si es bueno, con su pan se lo coman, y nosotros procurarémos comer tambien lo que podamos, porque lo bueno es pan que debe comer todo el mundo. Ellos han venido á burlarse. Nosotros irémos á estudiar. Ellos han sido novelistas.

Como cierta vez leyese esta frase de Pidal: «Jáctome de ser escolástico», Belarmino se dijo: «Te lo había olido; también Bellido se jactará de ser escorbútico....» La urraca no aprendía a hablar, pero Belarmino no se impacientaba, y resistía resignado aquel baño abundante de vulgaridad, más por su conveniencia y para no soltar las amarras con el mundo, que por interés didáctico hacia el avechucho.

Eché mano al bolsillo para pagar, y entre tanto decia para mis adentros: si yo he venido aquí con el fin de comer, no más que de comer; ¿qué necesidad tengo de pagar un papel azul, con canto dorado y aguas inglesas? ¿Qué necesidad tengo de pagar una lista encuadernada en forma de libro, con una cubierta magnífica? ¿Por qué he de pagar un frac que no me pongo, y una corbata que no he tocado, y una pomada que no he olido?

Anda huido de Constantinopla, donde ha hecho no qué atrocidades, y por lo visto ha olido que Elvira tiene dinero y quiere ahorrarle el trabajo de guardarlo. Mañana, antes de salir, tendrá una conferencia con el padre Cifuentes, que Francesca di Rimini le servirá de tercero...» Aquí notó Diógenes que la concordancia era vizcaína, y añadió: «...o de tercera.

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