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21 Su aliento enciende los carbones, y de su boca sale llama. 22 En su cerviz mora la fortaleza, y delante de él es deshecho el trabajo. 24 Su corazón es firme como una piedra, y fuerte como la muela de abajo. 25 De su grandeza tienen temor los fuertes, y de sus desmayos se purgan. 27 El hierro estima por pajas, y el acero por leño podrido.

Se lavó las manos y los ojos; después cogió un cazuelo en que había cenizas y carbones apagados, y pasando a una de las casas vecinas, volvió al poco rato con lumbre, sobre la cual derramó un puñadito de cierta substancia que en un envoltorio de papel tenía junto a la cama. Levantose del fuego humareda muy densa y un olor penetrante.

Los hermanos Jee, que iban delante de todos, cayeron mal, ó no tuvieron tiempo de huir, y quedaron debajo de la locomotora, el uno, Alfredo, muerto en el acto, abrasado por toda la lumbre y por el agua hirviente de la máquina, y cogido por una rueda en medio del pecho; y el otro, Morlando, preso entre las piernas de su hermano y una peña, tendido boca abajo, con la cabeza y el pecho fuera de la máquina, pero recibiendo desde la cintura hasta los pies, y especialmente en la pierna derecha, el agua hirviendo de la caldera y el calor del hierro y de los carbones hechos ascuas.

8 La tierra se removió, y tembló; los fundamentos de los cielos fueron movidos, y se quebrantaron, porque él se airó. 9 Subió humo de sus narices, y de su boca fuego consumidor, por el cual se encendieron carbones. 10 Y bajó los cielos, y descendió; una oscuridad debajo de sus pies. 11 Subió sobre el querubín, y voló; se apareció sobre las alas del viento.

2 Y habló al varón vestido de lienzos, y le dijo: Entra en medio de las ruedas debajo de los querubines, y llena tus manos de carbones encendidos de entre los querubines, y derrama sobre la ciudad. Y entró a vista mía. 4 Y la gloria del SE

¡Bravo, chulillo, tu patrona vela por ti! porque apenas si has tenido tiempo de saltar la barrera para escapar del toro, cuyos ojos comienzan a brillar como carbones ardientes. Pero, paciencia, se ve venir al picador con su larga pica y montado sobre un valiente alazán; un ancho sombrero gris lleno de cintas cubre su cabeza, y lleva polainas y perneras para preservarse de los primeros ataques.

Un hombre de facciones expansivas y despejadas, de ademan suelto; de trato festivo, casi epigramático; de palabra fácil, aguda, algunas veces armoniosa; de carácter sencillo en apariencia, doble en el fondo; ingénuo para los demás; trascendental para sus fines; liberal para todos; más liberal para mismo; ojo de águila; suspicacia de mercader; galantería de cortesano; pompa de noble, boato de banquero; esplendidez de favorito, magnificencia de monarca; griego en la fantasía; asiático en el gusto; sibarita en sus aficiones, en sus hábitos, en sus placeres; sobre todo, negociante en sus cálculos inspirados, vastísimos, fecundos, inagotables, geométricos; negociante en su increible actividad, en su audacia maravillosa; mago, hechicero, adivino, zahorí y alquimista, en materia de sacar oro de los carbones, ese es D. José Salamanca.

Nada, sino que la gente da en decir que ... Aquí el ex-covachuelista se detuvo, como si efectivamente se le atragantara una cosa en las fauces. ¿Qué yo? ... ¿á ver? ¿qué? dijo la patrona, soplando los carbones.

La cabra tira al monte, y se te despega el señorío, créetelo, se te despega...». Cuando pasó a decir a Severiana que estaba servida, esta había concluido de limpiar la sala. Como había tan mal olor allí, trajeron una paletada de carbones encendidos, y echando un puñado de espliego, la pasearon por toda la casa, desde el pasillo hasta la cocina.

Los sirvientes han levantado la mesa, se han marchado. Es noche de invierno; en la chimenea una llama azul oscila entre los carbones. Ella conversa con más locuacidad, de mil asuntos, de la novena próxima, de un libro por demás liberal o cuyo argumento le parece inverosímil. Su conversación es sencilla, demasiado sencilla.