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Actualizado: 2 de mayo de 2025


El júbilo que le causaba la cobranza de aquel dinero que creía perdido era tan grande, que sus ojos pardos le lucían como dos carbones encendidos, y su boca traía bosquejada una sonrisa. Desde que la vio entrar, conoció Maximiliano que su cólera se había aplacado.

La dudosa claridad que esparcen los carbones encendidos que arden en la chimenea, tiende á producir el efecto que he tratado de describir. Vierten una luz suave en toda la habitación, acompañada de una ligera tinta rojiza en las paredes y en el cielo raso, y de un débil reflejo del pulido barniz de los muebles.

Sabes que vengo muy incomodado le dijo don Gil, mientras la dama, que se había acercado al hornillo, se esforzaba en encender con pajuela unos carbones; sabes que estoy muy incomodado, Leoncia, con lo que dice la gente, y vengo á que me saques de dudas; porque, en fin, tengo esto atravesado en el gaznate y no lo puedo pasar. ¿Qué? ¿á ver? ... ¿á ver que majaderías traes hoy?

Maxi tenía la cara descompuesta y transfigurada, y sus ojos parecían carbones encendidos. Ni siquiera reparó que su mujer se había alejado de él, y continuó hablando como si aún la tuviera al lado.

Enarbola el mazo y así, junto al yunque, entre rojos hálos serás como un dios." ........................................ Ha soplado el fuelle sobre los carbones, ya la roja llama crepitando está; sobre el recio tórax del despierto herrero, hay como una bella púrpura imperial. El mazo es tu cetro; ¡oh herrero! comienza de nuevo a reinar, y en tus brazos aprendan los flojos a batir y forjar.

Cerca de la entrada, a dos pies del suelo, la roca formaba una especie de hogar natural, en el que ardían algunos carbones y ramas de enebro.

Es muy considerable allí el cultivo de la remolacha, que procura anualmente en azúcar un valor de mas de 80 millones de francos. Casi es superfluo hablar de la minería belga, tan conocida por sus explotaciones de hulla y otros carbones, mineral de hierro, mármoles, piedras y otros minerales.

Tras de lo cual, el pesimista abrió un cajón de su mesa-escritorio, y sacó un objeto reluciente y prolongado, que reconoció con el mayor esmero.... Estaba absorto en su ocupación, cuando sintió que le asían del brazo con fuerza convulsiva, y vio ante a una mujer pálida, más pálida que él, ardientes y fijos los ojos como dos carbones encendidos, abierta la boca para hablar... pero muda, muda.

La ciudad entera, odorífera de santidad, parecía haberse levantado hasta una región convecina de Dios y flotar en pleno prodigio, entre el vuelo cuasi visible de los ángeles. Las almas ardían como los perfumados carbones de aquel místico brasero, hurgoneadas por la penitencia, atizadas por el aleteo de la incesante plegaria. El milagro estaba en todas partes.

De vez en cuando se desprende, con ruido seco, algún pedazo de brasa, y rodaría hasta la alfombra sin la intervención salvadora de dos cabezas de bronce enlazadas por una barra de hierro que guardan la entrada del agujero. La impasibilidad estoica con que se dejan tostar por los carbones, antes que consentirles pasar á prender fuego á la casa, es digna de encomio.

Palabra del Dia

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