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Vistióse canturreando trozos de zarzuela. Tomó chocolate con la familia, dió un vistazo a los periódicos nacionales y extranjeros, y sin tallar el paquete de palillos acostumbrado, lanzóse a la calle a cerciorarse del efecto real que el primer número del Faro había producido.

¿Y , qué haces, señorita de Rosendez? interrogó Baltasar . ¿Andar de calle en calle canturreando? Bonito oficio, chica; me parece a que .... ¿Y qué quiere que haga? replicó ella. Encajes, como tu amiguita. ¡Ay!, no me aprendieron. ¿Pues qué te aprendieron, hija? ¿Coser? ¡Bah! Tampoco. Así, unas puntaditas.... ¿Pues qué sabes ? ¿Robar los corazones? leer muy bien y escribir regular.

Al cerrar la noche iban acudiendo por distintos caminos los del cortejo, unos en grupos, canturreando con acompañamiento de relinchos y cloqueos, otros solitarios, haciendo vibrar en su boca el zumbido del bimbau, un instrumento compuesto de dos laminillas de hierro que gruñía como un moscardón y les hacía olvidar la fatiga de la marcha. Venían de muy lejos.

En la última casa del pueblo una vieja barría canturreando su portal. ¡Bòna dòna, bòna dòna! gritó Teulaí. La buena mujer acudió, tirando la escoba. Era demasiado célebre el cuñado de Marieta en muchas leguas a la redonda para no ser obedecido inmediatamente.

Yo creo continúa diciendo que debemos mirar la realidad. Luis Vives, que era un buen sujeto, que, como él mismo dice, se paseaba canturreando por los paseos de Brujas, aunque tenía una voz detestable, como él también añade; Luis Vives escribe que los jóvenes deben, ante todo, procurar cautela y recelo en resolver y juzgar las cosas, por pequeñas que sean. Todo tiene su razón de ser en la vida.

Mujeres del pueblo, tirando de la mano de sus pequeños, seguían al marido, que iba con la capa caída, la gorra ladeada y los ojos brillantes, canturreando todos algún coro de la zarzuela de moda.

Los chicuelos les seguían, a distancia prudente, canturreando: Hoy a la Xuantipa le duele la tripa. Monxú Codorniú, lo pagarás . La Xuantipa les arrojaba guijarros. Desparramábanse los pilletes, pero volvían a poco con la cantata. Belarmino caminaba con talante digno y admirable. Así llegaron a la zapatería. En la zapatería aguardaba a Belarmino un caballerete.

Un día, al dar un largo paseo por la silvestre sierra, topó en el corazón del bosque con Melisa, sentada sobre un derribado pino, como sobre un tronco fantástico formado por los colgantes penachos de siniestras ramas, con la falda llena de hierbas y de piñas, y canturreando para una de las negras melodías que en aquel preciso momento había recordado.

Por las noches, rendidos de fatiga, entretenían la espera del último rancho jugando a los naipes, o canturreando. Don Pablo les había prohibido severamente que leyesen periódicos. Su única alegría era el sábado, cuando al anochecer salían de la viña, camino de Jerez, para ir a misa, como ellos decían.

En cuanto le veo a usted esa arruguita ahí... ahí y le tocó con su dedo en la frente: el sacerdote la retiró con viveza, ya me tiene usted más triste que la noche... ¿Por qué será?... ¿Por qué no será?... Usted, que sabe tanto, me lo dirá. Las últimas palabras las dijo canturreando y afectando distracción. ¡Ea!