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Primero era preciso extender con sumo cuidado, encima de la tabla de liar, la envoltura exterior, la epidermis del cigarro, y cortarla con el cuchillo trazando una curva de quince milímetros de inclinación sobre el centro de la hoja para que ciñese exactamente el cigarro; y esta capa requería una hoja seca, ancha y fina, de lo más selecto: así como la dermis del cigarro, el capillo, ya la admitía de inferior calidad, lo propio que la tripa o cañizo.

Permitidme, hermanos, que un momento me haga caballero andante para salir en defensa del desvalido, de las santas corporaciones que nos educaron, confirmando una vez más la idea complementaria del adagio, tripa llena alaba á Dios, cual es, tripa hambrienta alabará á los frailes.» ¡Bravo, bravo! Oye, dijo Isagani seriamente; te advierto que tratándose de frailes, respeto á uno.

El caballo de doña Sol se levantó varias veces sobre las patas de atrás, poniéndose casi vertical, con la tripa al descubierto, como si se resistiera a pasar adelante; pero la fuerte amazona lo obligaba a seguir la marcha. Gallardo agitaba su garrocha dando gritos que eran verdaderos mugidos, lo mismo que en las plazas, cuando incitaba a las fieras para que entrasen en suerte.

La punta aguda, el cuerpo algo oblongo, la capa liada en elegante espiral, la tripa no tan apretada que no deje respirar el humo ni tan floja que el cigarro se arrugue al secarse, tales son las condiciones de una buena tagarnina. Amparo se obstinó todo el día en fabricarla, tardando muchísimo en elaborar algunas, cada vez más contrahechas, y estropeando malamente la hoja.

«¿Qué tripa se le habrá roto a este?», pensó con un vago recelo, que no se explicaba siquiera. Don Víctor acercó su silla a la del otro, y tomó el tono de las grandes revelaciones. Actualmente dijo todo me sonríe.

En la una, las patatas amarillentas, los reventones garbanzos sacando fuera del estuche de piel su carne rojiza, la col, que se deshacía como manteca vegetal, los nabos blancos y tiernos, con su olorcillo amargo; y en la otra fuente las grandes tajadas de ternera, con su complicada filamenta y su brillante jugo; el tocino temblón como gelatina nacarada; la negra morcilla reventando, para asomar sus entrañas al través de la envoltura de tripa; y el escandaloso chorizo, demagogo del cocido, que todo lo pinta de rojo, comunicando al caldo el ardor de un discurso de club.

Y el Sr. Pez va también con la gran tripa llena de billetes de Banco, que ha tragado... Más coches, más coches, más. Bien dice el maestro que lo bueno sería que toda esta gente no tuviera más que un solo pescuezo para ahorcarla toda de una vez... De consiguiente, todos viviríamos al pelo... Pero ¿qué es aquello que viene allí? ¡Ah!, ya . Primero un batidor a caballo.

Lejos corre, seguida del crío, una potranca; Un carabao lustroso en un charco se estanca; En su lomo una garza hace una nota blanca. Un río desenrosca las eses de su tripa, Y asoman, allá en donde su curva se disipa, Las manchas trapeciales de unos techos de nipa.

En la mesa del señorito, se servían las botellas después de una larga permanencia en tanques llenos de hielo. El vino pasaba por la boca dejándola insensible, con la grata parálisis de la frescura. Nos vamos a emborrachar decía sentenciosamente el capataz. Esto se cuela sin sentir. Es refresco en la boca y fuego en la tripa.

Si no, ya lo veis; callos en las manos y la tripa vacía. Yo, con menos años dijo otro tengo más experiencia: lo mejor es ponernos de acuerdo, guardar secreto y estropearles el material, la mano de obra, la herramienta, todo lo que se pueda; perder tiempo, fundir mal, tejer peor. En un año no quedaba fábrica con crédito. Ni obrero con pan. ¡Las ocho horas! exclamaron varios al mismo tiempo.