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Dama y secreto hay; pero me venís como llovido; conozco vuestra nobleza, quiero confiarme de vos, y os pido que me ayudéis. Y os ayudaré, y más que ayudaros; tomaré sobre la empresa y el encargo. ¿Pero de qué se trata? ¿Conocéis á don Rodrigo Calderón? Conózcole tanto, como que de puro conocerle le desconozco. Es mucho hombre. Pues á ese hombre espero. Para...

No duraría mucho, aunque no tuvierais que pensar sino en vos... y tenéis que sostener dos personas desde hace muchos años. Deseamos ayudaros. ¡Ah! señor dijo Silas, insensible a todo lo que decía Godfrey , no temo la necesidad, Eppie y yo siempre hemos de saber vencer las dificultades. Hay pocos obreros que cuenten con tantas economías.

Si yo puedo ayudaros... propuso Roger. Bastante tenéis que hacer con cuidar vuestra averiada cabeza, ó lo que de ella os queda gracias al capacete que aguantó lo mejor del golpe.

Conócese dijo el duque sonriendo á duras penas que aún os dura la rabia del encierro. Os hablo desembozado y nada más. ¿Y si fuese cierto que yo necesitase de vuestra ayuda?... Os la negaría, porque ayudaros á vos, sería desayudar á la patria y hacer traición al rey. Supongo que no os habréis atrevido á llamarme traidor. No; pero sois ciego, soberbio y codicioso.

Y, cuando vuestra desventura fuera de aquellas que tienen cerradas las puertas a todo género de consuelo, pensaba ayudaros a llorarla y plañirla como mejor pudiera, que todavía es consuelo en las desgracias hallar quien se duela dellas.

Para abreviar, sólo os diré que desconfiéis de todos los que hasta ahora se han llamado vuestros amigos, y que busquéis para ayudaros, porque no hay hombre sin hombre, á alguno que os haya dicho frente á frente que es vuestro enemigo. ¿Habéis querido que os pregunte quién es ese hombre? Puede ser. Pues bien, decidme cómo se llama.

Os serviré, pues, de miedo; pero como me parece que marchamos ya sobre el puente de Segovia, que empedrado suena bajo el peso de las cabalgaduras, dejadme salir, don Francisco, y confiad en , y haced lo que podáis, que yo no he de dejar de ayudaros. El matón hizo parar la litera, salió de ella, y cerró de nuevo con llave.

Voy á ayudaros añadió el joven : esta carta ha venido de palacio á mi tío, de mano de una dueña de la servidumbre. Si no me dais más señas no puedo alumbrar vuestras dudas. ¡Y me duermo, vive Dios, me duermo! dijo Quevedo bostezando. Decidme: ¿hay en palacio alguna dama cuya hermosura deslumbre como el sol? Háilas muy hermosas: ¿la vuestra es esbelta, ligera, buena conversación, morena?...

Besó a su hermana con mucha zalamería, y volviéndose al cura, dijo: Si supierais, señor cura, cuán buena es. ¡Bettina, Bettina! Vamos, Paulina dijo Juan, pronto, dos asientos más; yo te ayudaré. Y yo también exclamó Bettina, yo también quiero ayudaros. ¡Oh! ¡esto me divertirá tanto! Pero, señor cura, permitidme hacer de cuenta que estoy en casa.

Bueno, señores sabinos, voy a ayudaros a recordar. Decidme, ¿para qué os dedicáis a la gimnástica? UNA VOZ TÍMIDA EN EL FONDO. Para tener los músculos fuertes. MARCIO. ¡Muy bien! ¿Y para qué necesitamos tener los músculos fuertes? ¡Responded! OTRA VOZ TÍMIDA. Para pegarnos. Un sabino, un amigo de las leyes, un puntal del orden, un modelo, único en el mundo, de lealtad.