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La mestiza por lo general es muy susceptible, así que es difícil abordar esos sabrosos discreteos en que entran en juego la galante frase, la emboscada promesa y las incipientes sensaciones. Con tanto pelo como V. tiene no me extraña le duela la cabeza. Gracias por la lisonja, contestó Enriqueta sonriendo, al par que instintivamente jugaba con las espirales de uno de sus hermosos rizos.

A cual indio le toma la hamaca, A cual el pellejuelo que tenia, A cual, si le replica, allí le saca La manta con que el triste se cubria. Al fin, en la pared no deja estaca, Que todo cuanto halla, destruia, Y no contento de esta tal destroza, Enojo al que tiene muger moza. El Juan Ortiz aquí se regalaba, Y no tengais temor, pues que le duela Saber como su gente lo pasaba.

Qué más da, qué más da... deja... deja... así, más, que te duela, que te duela con gusto. Hubo un silencio que no se empleó más que en mirarse los ojos a los ojos, y en gozar ambos del dolor del cuello de Bonis doblado hacia atrás.

Y aunque me sea costoso el decirlo, y aunque a Vd. le duela un poco, le confesaré que si alguna leve mancha ha venido a empañar el sereno y pulido espejo de mi alma en que Pepita se reflejaba, ha sido la ruda sospecha de usted, que casi me ha llevado por un instante a que yo mismo sospeche.

Hablad, hijo mío, todo aquello que os viniere al pensamiento y a la boca; que, a trueco de que a vos no os duela nada, tendré yo por gusto el enfado que me dan vuestras impertinencias.

Y, cuando vuestra desventura fuera de aquellas que tienen cerradas las puertas a todo género de consuelo, pensaba ayudaros a llorarla y plañirla como mejor pudiera, que todavía es consuelo en las desgracias hallar quien se duela dellas.

Compradlo de lo mejor decía el padrino, que cargaba con todo el gasto . Que no os duela; que sea de nipis, de lo más rico; la Teodora entiende de estas cosas. Al día siguiente, la novia se presentaba hecha una beldad, en enaguas y chambra, la banda de raso rojo cruzándole el pecho, la cabellera suelta, y una corona de flores de trapo, alta como un morrión.

Ya podeis pensar en qué estado estaria la princesa, quando sacaban á ahorcar á su amante; yo la iba á ver con freqüencia, quando estaba ella en la cárcel, y siempre me hablaba de sus desdichas. ¿Pues porqué no quereis que me duela yo de las mias? le dixo la dama.

Ya sabes que no soy mezquino, aunque soy pobre. Lo . No creas que sospeche yo que te duela gastar el dinero en obsequiarnos. Lo digo sin ironía. Lo digo sólo para que comprendas que, vistas las cosas como las ves, es una tontería ir a los Jardines; pero yo, y sin duda Inés más que yo, las vemos a través de otro prisma. Gustamos de ver gentes, aunque no reparen en nosotras.

Quanto dan deste? decid. Ciento y dos escudos dan. Por ciento y diez darle han? No, sino pasais de ahi. Está sano? Sano está. Abrele la boca. Abre, no tengas temor. No me la saque, señor, Que ella mesma se cairá. Piensa que sacalle quiero El rapaz alguna muela? Paso, señor, no me duela, Tenga, paso, que me muero. Destotro quánto dan dél? Ducientos escudos dan. Y por quanto le darán?