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Lo mismo es menester en los trabajos de los chacareros de todas especies; y, como todos son indios, es preciso poner sobre estos cuidadores otros que reparen si aquéllos cumplen con su encargo.

Reparen y mediten los hombres, que por mucha grandeza, excelencia, y contento que logren en esta vida, nunca quedará saciado el apetito de su felicidad; y la experiencia nos lo hace ver cada dia en los ricos, y poderosos, que nunca estan contentos, ni satisfechos, porque aquella felicidad, sosiego y contento, que pueden llenar el natural apetito del hombre, solo puede hallarlos en Dios, que es su verdadero bien, y su verdadera felicidad.

Se han aumentado los algodonales, plantado cañaverales, reparado los yerbales y mejorado todos los ramos de agricultura; también he procurado se construyan casas nuevas en todos los pueblos, y que se reparen las que había, como asimismo las iglesias y casas principales.

Ya sabes que no soy mezquino, aunque soy pobre. Lo . No creas que sospeche yo que te duela gastar el dinero en obsequiarnos. Lo digo sin ironía. Lo digo sólo para que comprendas que, vistas las cosas como las ves, es una tontería ir a los Jardines; pero yo, y sin duda Inés más que yo, las vemos a través de otro prisma. Gustamos de ver gentes, aunque no reparen en nosotras.

Yo estoy decidido á protegerles y ayudarles para que mejoren de suerte.... llegaré hasta el sacrificio hasta quitarme el pan de la boca para que ustedes maten el hambre; pero... pero reparen que debo mirar también por mis intereses.... Pongamos el interés que quiera, D. Francisco dijo con énfasis el enfermo, que por lo visto, deseaba acabar pronto.

5 recíbanlo los sacerdotes, cada uno de sus familiares, los cuales reparen los portillos del templo donde quiera que se hallare abertura. Ahora pues, no toméis más el dinero de vuestros familiares, sino dadlo para reparar las aberturas del templo.

Y mucho menos si yo les digo: «reparen ustedes que el hombre de mi ejemplo no tiene obligaciones que cumplir allí, ni debe una peseta al padre, ni está enamorado de la hija, ni Cristo que lo fundó; que no es más que un tertuliano de la casa y un amigo que pasea a menudo con los señores de ella, no desde el principio de los tiempos, sino de dos meses acá; que si no ha concurrido a las dos últimas tertulias del anochecer, es porque a esas mismas horas ha tenido ocupaciones de importancia en la botica de su padre, que le da el pan de cada día; que ese hombre jamás ha conocido el mal humor, ni tomado en serio cosa alguna de tejas abajo y de puertas afuera; que rebosa de vida y de salud, y que nada teme, ni nada debe, ni nada envidia... Por último, ese hombre existe en carne y hueso; y soy yo, Leto Pérez, el hijo del boticario de Villavieja, y boticario también.» Y entonces los sabios me contestarían, por poco sabios que fueran: «pues Leto Pérez, el hijo del boticario de Villavieja, no tiene sentido común.» Y no le tengo, ¡carape! no le tengo, y a eso iba; pues le tuviera, no me sucedería lo que me sucede; porque a un hombre de sentido común no puede sucederle eso más que en un caso, y yo niego ese caso; y no solamente le niego, sino que la suposición de él me parece el más enorme de los absurdos, y además una irreverencia... ¡qué digo irreverencia? un sacrilegio.

Cosas de Borrén.... Ese Borrén es célebre exclamaron con algazara los militares, a quienes no parecía ningún prodigio la chiquilla. Reparen ustedes, señores siguió el alférez ; la chica es una perla; dentro de dos años nos mareará a todos. ¿Qué dices a eso, señorita de Rosendez?