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Al estar juntas, chismorreaban como novicias en asueto, que se enteran con curiosidad femenil de lo que ocurre más allá de las rejas. Pepita conocía la vida de aquel señorito, mezcla de matón clerical y de calavera rústico, que pasaba las noches en las casas del barrio de San Francisco y había sido conducido varias veces al juzgado por borracheras tumultuosas.

Y así seguía hablando de los trajes y costumbres del tiempo del Imperio, imaginándose que aún subsistía todo y la Francia de hoy era como á principios del siglo. Mientras detallaba sus recuerdos, el maestro y su mujer le oían atentamente, y algunos muchachos, abusando del inesperado asueto, iban alejándose de la barraca atraídos por las ovejas, que huían de ellos como del demonio.

Pasados estos incidentes volvía otra vez la lección cantada, y la arboleda parecía estremecerse de fastidio al tamizar entre su ramaje este monótono sonsonete. Algunas tardes oíase un melancólico son de esquilas, y toda la escuela se agitaba de contento. Era el rebaño del tío Tomba que se aproximaba. Todos sabían que llegando el viejo con su ganado había un par de horas de asueto.

Ella, en cambio, hacía mucho honor a su maestro, pues tomando sus lecciones en horas de asueto y cuando la escuela estaba desierta de muchachos, salió discípula tan aventajada, que avergonzaba a casi todos los que a la escuela asistían. Nadie sabía mejor que ella el Catecismo de Ripalda y el Epítome de la gramática. Nadie conocía mejor las cuatro reglas.

Jamás lo he hecho con ninguna mujer y no exceptuaré precisamente á la que lleva mi sangre en sus venas. En vos confío para enmendarla, cuando su conducta merezca enmienda; sobre todo en mi ausencia, querida mía, pues si llevo largo tiempo de asueto en el castillo, sólo por vos ha sido, y os confieso que sin vuestra presencia no podría tolerar una semana esta vida tranquila y regalona.

Vivía con su papá, que tenía no poco de respetable, que se ganaba la vida componiendo relojes, y que era fervoroso cristiano, aunque protestante, leyendo mucho la Biblia en sus horas de asueto. Ni se le podía acusar de excitación, connivencia o tolerancia en las transgresiones de su hija.

Llegaba con la alegría del asueto que siente el colegial ó el empleado en los días libres. Al pesar obligaciones sobre ella, había conocido el valor del tiempo. Hoy no hay clase gritaba al entrar. Y arrojando su sombrero en un diván, iniciaba un paso de danza, huyendo con infantiles encogimientos de los brazos de su amante.

Asomaron entre sus alas rígidas los cuatro tripulantes, que reían y saltaban con un regocijo semejante al de las colegialas en las horas de asueto.... Al mismo tiempo otros monstruos de actividad terrestre se deslizaron por el suelo, cerca del cuerpo de Gillespie.

Era el campo en domingo, cuando los trabajadores están en sus casas y el suelo parece reconcentrarse en silenciosa meditación. Se veían objetos informes abandonados en la llanura, como los instrumentos agrícolas en día de asueto. Tal vez eran automóviles rotos, armones de artillería destrozados por la explosión de su carga.

Elena, como un niño en asueto, marchaba tan alegre, tan aturdida con la algazara, con sus propios gritos y graciosas salidas, que no se daba cuenta apenas del galanteo de que era objeto. Considerábalo como una de tantas bromas a propósito para aumentar el regocijo de aquel viaje.