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La señora Morfeo había pasado todo el día buscándola, sin hallar traza que pudiera ayudar al descubrimiento de la fugitiva. Arístides fue llamado como presunto cómplice, pero aquel honrado muchacho consiguió convencer a la familia de su inmaculada inocencia.

Al retirar el joven sus libros, preparándose para abandonar la escuela, sonó a su lado una infantil voz: ¿Con su permiso? El maestro se volvió y encontrose con Arístides Morfeo. ¿Qué ocurre? dijo el maestro con impaciencia, ¡digan! ¡Pronto! Bueno, señor, yo y Hugo creemos que Melisa se va a escapar nuevamente.

Podia el imperfecto paganismo, vanaglorioso con la virtud privada de Arístides y Caton, satisfacerse con que estos se abstuvieran de los infames juegos de Olimpia y de la diosa Flora; pero el cristianismo no se contenta con la tolerancia del pagano, ni con el olvido del levita, sino que exige la caridad solícita del samaritanoNo era otro en verdad el móvil que impulsaba á los mártires españoles, porque cuanto mas se acercaba el estado musulman á su pleno desenvolvimiento, mayor tenia que resultar el contraste entre las dos religiones tan opuestas en sus principios.

Segundo Tte. Arístides Hernández Rodríguez. Teniente Dentista. Pablo Alonso Sotolongo. Tte. Jefe Sanidad. Antonio Rodríguez Valdés. Primer Tte. Músico Pablo Cancio Quintero. Teniente Farmacéutico. Juan González Ramírez. Coronel. José Francisco Lamas. Comandante. Felipe Blanco. Capitán. Desiderio Petterson y Hermoso. Capitán. Armando Montes y Montes. Primer Tte. Crescencio Cabrera y Hernández.

Arrancad del alma del hombre ese llamamiento indefinible, esa última y suprema expresion de la vida, esa prodigiosísima escala de Jacob que une la tierra al cielo; esa escala por donde subimos á la cúspide de todo lo creado; esa cúspide desde la cual comprendemos y miramos á Dios; arrancad eso de la humanidad, y Babilonia no tendrá su Semíramis, ni el pueblo Israelita su Moisés, ni la India su Budda, ni la China su gran Confucio, ni la Persia su venerable Zoroastro; quitad eso, y Leonidas no acude á las Termópilas, ni corre Temístocles á Salamina, ni el noble y virtuoso Arístides se hace eterno en Platea, ni el humilde poeta Simónides, solo, con la frente caida y los ojos húmedos, escribe en el campo, sobre una piedra tosca, las siguientes palabras que oyó temblando toda la tierra: caminante, ve á decir á Esparta, que hemos muerto aquí por obedecer sus santas leyes: quitad eso, expulsad ese huésped del mundo, y la Italia latina no tendrá un Scébola en la tienda de Pórcena, ni un Scipion en Africa, ni un Ciceron en la tribuna, ni un Régulo en el Senado, ni un Julio César en todas partes.

" Alberto Espinosa y Ramos. " Ramón O'Farrill y de Miguel. " Enrique A. Varona y del Castillo. " Rafael Santamaría y Vila. " Arístides Hernández y Rodríguez. " Virgilio Acosta y Acosta. " Manuel Escribano y González. " José Trescerra y Pujada. " Joaquín Silveiro y Saena. . Teniente. Joaquín A. de Oro y Vizcaino. Capitán. Augusto W. York y Brooks. Comandante. Antonio Luaces y Molina.

Aquel que lleva el sombrero negro... y cabello largo y alfiler de oro... y cadena de oro dijo Arístides, poniendo períodos en lugar de comas para poder dar paso a su respiración. El maestro sintió una opresión desagradable en el pecho y en la garganta, y tomando maquinalmente los guantes y el sombrero se salió a la calle.

Si Melisa está allí, ven a la Arcada y dímelo, y si no está quédate en ella; ¿oyes? Y Arístides se escapó al trote de sus cortas piernecillas, desplegando toda su velocidad. A pocos pasos del camino estaba la Arcada. Con este nombre era conocido un largo e irregular edificio, conteniendo taberna, salón de billar y restaurant.

Su antigua naturaleza afirmábase de nuevo en su descendencia. Licurgo huroneaba a deshora en la alacena, y Arístides venía de la escuela a casa sin zapatos, dejando tan importantes artículos en el umbral para tener el placer de hacer un viaje por el légamo de las zanjas a pies desnudos. Octavia y Casandra eran descuidadas en sus vestidos.

Su excelencia encontraba cierto maligno gustito en no ser la única víctima de los enredos de aquella grandísima tuna que tan pesados chascos estaba dando a los Epaminondas y Arístides de la España con honra.