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Melisa tenía una vaga idea de la ironía, permitiéndose a veces una especie de humor sardónico, que se manifestaba por igual en sus acciones y en su manera de hablar. Pero el joven continuó de este talante, hasta que hubieron llegado a casa de la señora Morfeo y hubo depositado a Melisa bajo su cuidado maternal.

También le había molestado a él con un sordo dolor, desde la última entrevista, pero tenía de su parte la resignación y el rezo, y callándose un momento, a fin de que el maestro pudiese escribir en su libro de memorias una receta que le dictó para curar la sorda intermitencia, el señor Mac Sangley acabó por informarse de la respetable señora Morfeo.

El argumento de este drama, de mucha música y lujo de decoraciones, y también de extraordinaria poesía, proviene de las Metamorfosis, de Ovidio, IV, 609 y siguientes. La gruta de Morfeo, de las Metamorfosis, XI, 592, y la representación del Tártaro, de las mismas Metamorfosis, IV, 932. La fiera, el rayo y la púrpura.

A la mañana siguiente de este sentimental episodio, Melisa no fue a la escuela. Llegó el mediodía, pero no Melisa. Interrogada Sofía sobre el asunto, dijo que habían salido juntas hacia la escuela, pero que la voluntariosa Melisa había tomado otro sendero. Por la tarde el mismo misterio, y al llegar la noche vio el maestro a la señora Morfeo, cuyo corazón maternal estaba realmente sobresaltado.

dijo Melisa, si lo hubieses preguntado, te hubiera dicho que me iba con la compañía de cómicos. ¿Sabes por qué? Porque no me quisiste decir que ibas a dejarme a . Yo lo sabía, te decírselo al doctor. Yo no iba a quedarme aquí sola con los Morfeo, preferiría morir.

Al retirar el joven sus libros, preparándose para abandonar la escuela, sonó a su lado una infantil voz: ¿Con su permiso? El maestro se volvió y encontrose con Arístides Morfeo. ¿Qué ocurre? dijo el maestro con impaciencia, ¡digan! ¡Pronto! Bueno, señor, yo y Hugo creemos que Melisa se va a escapar nuevamente.

La señora Morfeo alimentaba la viva esperanza de que aún hallaría a la niña ahogada en una zanja, o lo que casi era tan terrible, cubierta de lodo, manchada y sin esperanza de que por medio de jabón y agua volviera a su primitivo estado. El maestro volvió a la escuela con el corazón contristado. Al encender su lámpara y sentarse en el pupitre, encontró ante una esquela, a él dirigida.

Apenas cumplí los treinta años, empecé a sufrir los más agudos dolores de cabeza que puedan imaginarse, los cuales de día en día aumentaban al grado de hacerme la vida un verdadero martirio. Solamente descansaba yo de ellos cuando dormía, razón por la cual procuré cortejar a Morfeo incesantemente.

Antonio se rió y solamente dijo: ¡Ah! Mañana te lo presentaré. Nos apeamos de nuestras caballerías en un amplio portal, y después de las presentaciones del tenedor de libros y otros dependientes de la hacienda, en el "purgar", o sea oficina principal, subimos a tomar una ligerísima cena, para arrojarnos en seguida en los codiciados brazos de Morfeo.

Los fisiólogos saben mejor que nadie, según dicen, que el sueño y el ayuno, prolongados, sobre todo, predisponen la imaginación débil y acalorada del hombre a las visiones nocturnas y aéreas que vienen a tomar en nuestra irritable fantasía formas corpóreas cuando están nuestros párpados aletargados por Morfeo.