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Quitad al hombre la familia, quitad á la familia su inteligencia armoniosa, su consorcio interior, su necesidad más moralizadora y más profunda; haced eso, y despedazareis al mundo. He dicho que la costumbre parisiense lleva en un principio de inmoralidad, y para dar una nocion de que esto es así, bastará presentar un ejemplo.

Apartad, Quitad la mano; el color Habéis del rostro perdido. ¿Estáis agraviado? Y ve Mi ofensor, porque me asombre. ¿Quién es? Ignoro su nombre. Señaládmele. haré. Aquí fuera hablaros quiero, Para un negocio importante Que el Rey no ha de estar delante. En la antecámara espero. ¿A dónde, García, vais? A cumplir lo que mandáis, Pues no sois vos mi ofensor. Este es honor, caballero. Muerto soy.

Cuando llegaron a la puerta del hotel y el lacayo vino a abrir la portezuela, sin hacer movimiento alguno para salir le preguntó: ¿El tiro de mulas está aquí o en el Sotillo? Está aquí, señora. Quitad éste y enganchadlo. Está bien, señora replicó el lacayo sorprendido.

10 Pasad, pasad por las puertas. Barred el camino al pueblo. Allanad, allanad la calzada; quitad las piedras, alzad pendón a los pueblos. 11 He aquí, que el SE

38 Y Jesús, por eso, embraveciéndose otra vez en mismo, vino al sepulcro donde había una cueva, la cual tenía una piedra encima. 39 Dice Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que se había muerto, le dice: Señor, hiede ya, que es de cuatro días. 40 Jesús le dice: ¿No te he dicho que, si creyeres, verás la gloria de Dios?

Quitad á la Inglaterra su organizacion administrativa; su particular régimen económico; su espíritu estadístico, si así puede decirse; quitadla eso, y la quitareis su importancia, su genio, su poder; la quitareis el ser Inglaterra. Ni trono, ni Cámaras, ni Parlamento, ni meetings; nada bastará. India, Australia, California, todo será inútil.

Pues es necesario que le encontréis, pero que no sea aquí. ¡Cómo, señor! Vais á sacar este cadáver por el postigo á la calle. ¡Señor! que os pido mucho; ¿pero sabéis lo que yo puedo hacer por vos? ¡Oh, excelentísimo señor! ¿Pero cómo he de hacerlo? Quitad esas luces de en medio dijo el duque. Doña Ana tomó la linterna del alcalde, y con la suya las puso en una habitación inmediata.

«¡Quién será el dragón que ha querido birlarlos la herencia!... ¡A ese tunante le sacaría yo las entrañas!... Cuidado que engañar así a mis niños, haciéndolos pasar por hijos de un Rufete... Quitad allá, pillos, que mi niña es duquesa y mi niño es vizconde... ¡Re-puñales!».

Quitad eso, y el monte Calvario no verá al Nazareno pendiente de una cruz, y á la Vírgen María pendiente de los clavos del Nazareno. Arrancad esa sangre y esas lágrimas sacratísimas del alma del hombre, y le arrancareis casi toda su alma.

Quitad á Luis Napoleon los siete mil millones de presupuesto nacional. ¿Qué seria? Nada. ¿Qué haria? Nada. ¿Estaria en el trono? No. ¿Caeria de ese trono, como cae el rayo de las nubes? .