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Si así no fuere, todavía me consuela la idea de que alguno habrá que al leer estos pobres renglones aprobará su espíritu y me otorgará su simpatía. A ese lector benévolo, después de saludarle cordialmente, le diré como el sabio Yâjñavalkya á Artabhâga, en el Brâhmana de los cien senderos: «Dame tu mano, amigo; este conocimiento no está hecho más que para nosotros dos». El viajero.

Mi caso es de los más honrosos y estoy seguro de que usted, a su vez, aprobará mi conducta. No tengo nada de matón y desde mis más tiernos años evité las cuestiones. Yo me inclino a la conciliación. EL VIZCONDE. Tiene usted razón, mi querido maestro; pero yo soy alegre por naturaleza y mis principios me apartan del duelo. EUSTAQUIO. Veo que no es usted deportista.

No cómo me contengo dijo Paz. Ni un instante más. Se marcha usted de aquí, y vaya donde quiera. Yo que usted se alegra. Usted no desea otra cosa que andar sola por esas calles; usted ha nacido para la calle. Vamos, pronto. Y nada me importa que don Elías se oponga ó no. Lo aprobará. El sabe que interesarse por tan despreciable criatura es cosa inútil. Váyase usted pronto.

Después de algunos momentos: Probablemente ya todo habrá concluido dijo , porque para esas cosas son muy exactos, y duran poco tiempo, según dicen... pero lo que hay de terrible es que no sabremos nada hasta de aquí a dos o tres horas. He hecho una cosa, que quién sabe si la aprobará usted... pero, ¿a quién podía dirigirme para tener noticias?

Debe usted comprender que mi hija en su posición no ha dejado de tener pretendientes... Hace dos ó tres años que estamos literalmente sitiadas... Pues bien, es menester acabar... Yo estoy enferma... Puedo morirme de un día á otro... Mi hija quedaría sin protección... Además, este es un matrimonio en que se reunen todas las conveniencias, que la sociedad aprobará ciertamente, y yo sería culpable si no consintiera en él... Se me acusa ya de inspirar á mi hija ideas novelescas... la verdad es que yo nada la inspiro.

-Desa manera -dijo Sancho, sin dejar de mascar apriesa- no aprobará vuestra merced aquel refrán que dicen: "muera Marta, y muera harta". Yo, a lo menos, no pienso matarme a mismo; antes pienso hacer como el zapatero, que tira el cuero con los dientes hasta que le hace llegar donde él quiere; yo tiraré mi vida comiendo hasta que llegue al fin que le tiene determinado el cielo; y sepa, señor, que no hay mayor locura que la que toca en querer desesperarse como vuestra merced, y créame, y después de comido, échese a dormir un poco sobre los colchones verdes destas yerbas, y verá como cuando despierte se halla algo más aliviado.

Seguro estoy de que mi madre aprobará lo que hago. Y en efecto, echó la tortuga de nuevo en la mar. Poco después aconteció que Urashima se quedó dormido en su barca. Era tiempo muy caluroso de verano, cuando casi nadie se resiste al medio día a echar una siesta.

»Apenas le yo decir esto, cuando, movido de mi afición, aunque su determinación no fuera tan buena, la aprobara yo por una de las más acertadas que se podían imaginar, por ver cuán buena ocasión y coyuntura se me ofrecía de volver a ver a mi Luscinda.