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Deseaban los muchachos cordialmente que aquellas espinas le atravesasen el cráneo. El entierro de Cristo era la venganza de toda la escuela. Vinagre, en su afán de mortificar a cuantas generaciones pasaban por su mano, se gozaba en lastimar a la suya, en su propia persona.

Aprieta la mano de su hermano más cordialmente que nunca, y lo mira en silencio en el fondo de los ojos, como si tuviera que hacerse perdonar una falta grave. Gertrudis tiene la palidez que causa una noche de insomnio. Su mirada evita la de Juan, y la taza de café que le ofrece suena en sus manos temblorosas.

Fernando y Salvador se abrazaron cordialmente; contaban una misma edad y habían hecho juntos algunas memorables jornadas infantiles. Cuando entró Narcisa en la sala, Salvador no pudo remediar cierto azoramiento mortificante, que ella interpretó a su antojo. Llevaba el médico en la solapa una blanca margarita del jardín de Luzmela.

Examinó severamente lo que se veía del castillo, el emparrado, un rincón del parque, alzó los ojos hasta las torrecillas y se volvió para contemplar las pequeñas ventanas del antiguo departamento de Domingo. Domingo llegó a la terraza: se reconocieron. ¡Ah, qué sorpresa, mi amigo tan querido! dijo Domingo avanzando hacia el visitante, las dos manos cordialmente abiertas.

La dueña de la casa le presentó sus mejillas y el conde le estrechó cordialmente la mano. Los cubiertos habían sido puestos sin mantel sobre una mesa biselada de encina tallada.

El señor Felipe de San Vicente, individuo del Consejo de las órdenes, Comisario de la Santa Inquisición y antiguo gentilhombre del Rey, recibió cordialmente al canónigo, tomándole una y otra mano en las suyas.

Yo experimentaba profunda aversión hacia las casas y ciudades, que, según vamos viendo en nuestra graciosa época, sólo sirven para que se luzcan y diviertan los artilleros destruyéndolas. Yo detestaba cordialmente la sociedad de los hombres de hoy compuesta de multitud de casacas que hacen cortesías, y dentro de las cuales suele haber la persona de un hombre.

Soltero siempre, porque no había sentido nunca el amor, porque su alma de plomo, por decirlo así, no podía sentirle, se casó cuando era viejo con el único objeto de tener un hijo á quien transmitir su nombre, un hijo que impidiese que sus Estados pasaran á sus parientes bilaterales, á quienes aborrecía lo más cordialmente posible; entonces se encaminó á la casa del conde de Haro, condestable de Castilla, hombre viejo, tan duro y tan excéntrico como él, y que por una casualidad se había casado joven, y le dijo: Amigo don Iñigo: los médicos me dicen que cuando más, cuando más, puedo prometerme cuatro años de vida.

Por eso, yo que detesto cordialmente los uniformes en general, y especialmente los perros de presa de las aduanas, he reconocido en todos mis viajes que si en esta materia puede haber un tipo tolerable, es sin duda el aduanero frances.

La pobre Clara sentía el corazón apretado cuando su marido por ir a gozar la compañía de sus amigos la obligaba a levantarse de aquel asiento donde el amor la clavaba. ¡Si supiera que aquellos amigos por quienes la abandonaba le aborrecían cordialmente como se aborrecían entre y estaban siempre aparejados para inferirle todo el mal que pudieran!