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Y de repente, el que ella creía separado de Mauricio por sentimientos que necesariamente debían irse agravando, se presentaba calmado, sereno, con palabras de conciliación en los labios y prendas de paz en las manos.

Pero el 10 de Agosto se aproximaba, se le sentía venir. Sabíase de antemano que el fuerte de las Tullerías sería atacado, que los días del rey correrían peligro; que la Constitución de 1791, pacto provisional de conciliación lo que debía ser más tarde: un refugio contra las derribado o elevarse triunfante entre ríos de sangre.

Empero el terrible Ayvaz, al escuchar las primeras palabras de conciliación de sus amigos, sufrió un terrible acceso de cólera verdaderamente turca.

Yo lo que digo, amigoMás tarde se le agregó inmundos, más tarde asquerosos, más tarde, en fin, don Baldomero García decía en una comunicación al Gobierno de Chile, que sirvió de cabeza de proceso a Bedoya, que era aquel emblema y aquel letrero «una señal de conciliación y de paz», porque todo el sistema se reduce a burlarse del sentido común.

Así, en una comunicación de un alto funcionario de Rosas he leído en estos días «que es un signo que su Gobierno ha mandado llevar a sus empleados en señal de conciliación y de paz». Las palabras Mueran los salvajes, asquerosos, inmundos unitarios, son por cierto muy conciliadoras, tanto, que sólo en el destierro o en el sepulcro habrá quienes se atrevan a negar su eficacia.

En el centro, Mirabeau, Barnave, los Lameth, Lafayette, Lally-Tollendal... queriendo unir en un abrazo de conciliación el pasado y el porvenir, regenerar la monarquía por medio de la libertad, ponderar la libertad por medio de la institución monárquica...

Estando inclinado hacia su prima, abrió ésta los ojos, le reconoció, se levantó de un salto, le dirigió una mirada de indignación, se volvió á abrochar y de pie en el umbral de la puerta, dijo: Conste que soy yo la que ha dado un paso de conciliación. Espero á usted á su vez esta tarde.

Asi, pues, por desgracia, al triunfo de la independencia sucedia la discordia civil en la América del Sud, enconada y sobreexcitada por medidas cuyo espíritu, cuyo fin no era otro que el de la conciliacion, el bienestar y la fuerza. Pero el hombre propone y Dios dispone.

La alusión a Juanito hízole recordar sin duda cuando rodó ignominiosamente por la escalera de la casa de Santa Cruz. Jacinta, en tanto, quería llegar a un arreglo ofreciendo la mitad; mas Guillermina, que le adivinó en el semblante sus deseos de conciliación, le impuso silencio, y levantándose, dijo: «Señor Izquierdo; guárdese usted su churumbé, que lo que es este timo no le ha salido».

Mas el sosiego de éste era aparente, y sólo para vengarse del de don Segis. En realidad, su herida manaba sangre todavía. Así, que no tardó en realizarse la conciliación, poniéndose ambos con inusitado ardor a quitar el pellejo a todos y a cada uno de los que escribían en el «papelucho de don Rosendo», principiando por éste, su ilustre fundador, y concluyendo por el dueño de la imprenta.