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288 Yo me voy, le dije, amigo, donde la suerte me lleve, y si es que alguno se atreve, a ponerse en mi camino, yo seguiré mi destino, que el hombre hace lo que debe. 289 Soy un gaucho desgraciao, no tengo donde ampararme, ni un palo donde rascarme, ni un árbol que me cubije: pero ni aun esto me aflige porque yo manejarme.

Ni vos ni yo hemos tenido la culpa de lo que ha sucedido añadió la dama volviéndose de nuevo á la puerta de los tapices ; yo me vi obligada á ampararme de vos, y vos, que por una circunstancia casual me habíais visto, y habíais dado en el capricho de enamoraros de ... ¡Señora! Os hablo así porque no soy la reina. Y entonces, ¿por qué no os descubrís? Ni puedo, ni debo. Pues permitidme que dude.

Las horas, que se arrastran pesadamente de la mañana a la noche, despidiendo como una baba pegajosa, empapan mi alma en desesperación. Esto ya no es vivir. Hágome cuenta de que ya se acabó todo, y voy a escribir. Isidora viene. Esta desgraciada es el único ser que ha tenido la abnegación de unirse a y ampararme cuando me ha visto abandonado por todos. ¡Oh corazón generoso!

Podéis creer que el haber yo consentido ha sido por ese regalo; pero os engañáis si creéis eso, señor; lo he aceptado porque me encontréis humilde, porque queráis mejor ampararme. ¿Pero qué os sucede? Estoy sola en el mundo; sola y amenazada de mil peligros. Cuando Montiño me dijo que una altísima persona me amaba... Otros hay más altos que yo, señora. ¡Oh, no, sólo Dios!

Dios os lo pague por la buena voluntad, que me tenéis, que cuando a vos vengo a ampararme, porque ya me considero ahorcado, vos me tiráis de los pies. Y no a que perdáis vengo yo, tía Zarandaja, sino a que ganéis la mitad de mil ducados, que porque le sirva me ha dado don Baltasar de Peralta. Y vedlos aquí en buenos doblones de a ocho de los del cuño del emperador.

Ella recogió su mantón, se arregló los pelos, limpióse las babas con la bocamanga. Queden ustedes con Dios dijo, me voy, pero al juzgado; ¡la ley ha de ampararme! Y se largó, arrastrando tras al renacuajo. La muerte de don Aquiles produjo en la casa radical transformación; todo cambió, como en una decoración de teatro.

ELECTRA. Pues . Ya lo que me espera: la soledad de un convento... MÁXIMO. Me temo que . De ésta no escapas. Digo, : te escapas... te salvaré yo... ELECTRA. Me has prometido ampararme. MÁXIMO. , ... Pues no faltaba más... Y ¿qué piensas hacer? dímelo... MÁXIMO. Ya verás... la cosa es grave... ELECTRA. Hablas con la tía... y...¿qué más? MÁXIMO. Pues... hablo con la tía...

Y como deciros no puedo lo que en es y no es, ni lo que yo soy por el efecto de vos que en se hace, quiero deciros, que acordándome del papel y del tintero que conmigo siempre traigo para coger al vuelo las mercedes que mi pobre musa me concede alguna vez, especialmente cuando entre las verdes alamedas del Guadalquivir la tristeza de mis pensamientos paseo, he querido escribiros por que sepáis que cuando yo vuelva a veros, más que por lo de anoche, de la justicia habréis de ampararme; y quedad con Dios, puede ser que hasta la noche, que cumplido ya mi propósito bajo vuestros miradores venga a ponerme, o si lo queréis mejor, señora mía, por la reja que a la vuelta de vuestra casa en la callejuela se halla, podéis a la media noche tener noticias del suceso de las aventuras en que por vos voy a meterme.