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Volví a entrar, cerré las puertas con la destreza de un sonámbulo o de un ladrón y vestido como estaba me dejé caer sobre mi lecho. Al amanecer estaba levantado acordándome apenas de la pesadilla que me había hecho errar toda la noche diciéndome: «Hoy partiré.» Y de ese propósito informé a Magdalena tan luego como la vi. Como usted quiera me contestó.

Iba ya a despedirme, acordándome de la recomendación de mi novia, cuando creí escuchar ruido de dinero y murmullo de gente arriba. ¿Qué hay arriba? pregunté a uno. Timbirimba. Si usted quiere echar una miraíta, suba usted esa escalera. Aunque no soy jugador, siempre he tenido alguna inclinación a los naipes.

Anda, defiéndete; a ver hasta dónde yegan tus reañosEsto fue lo que más sentí: la burla. La probesita de mi mujer me curó como pudo, y yo no descansaba, no podía viví acordándome de los golpes y la burla... Pa abreviá otra vez: un día aparesió uno de los siviles muerto en las eras, y yo, pa evitarme un disgusto, me fui ar monte... y hasta ahora.

»Pero cuando su pena llegó al límite, encontró compasión y entregó su alma envenenada por una cruel preocupación. Pueda como él, todo perjuro a su juramento, sufrir de su cobarde impostura el castigoAcordándome de esta balada, he comenzado a repetir esta imprecación en voz alta y acento tan colérico, que he huido, lleno de terror, temeroso de que el cielo me oyese. 8 de septiembre.

Así he envejecido en el oprobio y la miseria, con no mas que la mitad del trasero, siempre acordándome de que era hija de un papa. Cien veces he querido darme la muerte, mas me sentia con apego á la vida.

Yo en tanto, acordándome de D. Quijote, contemplaba el cielo, en cuyo sombrío fondo las pardas y desgarradas nubes, tan pronto negras como radiantes de luz, dibujaban mil figuras de colosal tamaño, con esa expresión que, sin dejar de ser cercana a la caricatura, tiene no qué sello de solemne y pavorosa grandeza.

Salieron, y Plácido se fue con ellas a la iglesia, pues aunque ya había estado en ella, érale muy grato acompañar a las señoras a misa. Oyeron dos, y antes de salir, sentadas en un banco, la Delfina dijo a su amiga: «¿Sabe usted que no he podido oír las misas con devoción, acordándome de esa mujer? No la puedo apartar de mi pensamiento. Y lo peor es que lo que hizo ayer me parece muy bien hecho.

Y esta casta de réplicas solía dar ocasión a nuevos y más intencionados subterfugios míos, hasta que me asaltaban los remordimientos acordándome de Neluco... o se amparaba ella de alguno de mis libros con santos, que le entusiasmaban, y acudía yo entonces a explicarle las estampas para concluir también por donde siempre, aunque en un estilo y de modo más soportables.

»Quizá no me crea usted, Antoñita, pero le aseguro por mi honor que acordándome de la promesa que yo había hecho al doctor, quise en un principio renunciar a aquella hora de dicha con que Magdalena me brindaba y por la cual habría dado gustoso en cualquiera otra ocasión un año de mi vida.

Como me vi suelto, corrí a él, rodéele todo, sin osar llegarte con las manos, acordándome de la fábula de Isopo, cuando aquel asno tan asno, que quiso hacer a su señor las mismas caricias que le hacía una perrilla regalada suya, que le granjearon ser molido a palos. Parecióme que en esta fábula se nos dio a entender que las gracias y donaires de algunos no están bien en otros.