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Que me atrape una jumera cada día, pase...; ¡pero que venga por su pie con mil pares de cuerno!, y no me lo encuentren tirao como un perro. Y cuidao que él es pa too lo que le manden... Por el aire se entera de las cosas... No hay en Seviya quien le eche el arto en su ofisio, y trabaja como un buey cuando le sopla el viento por ahí... Aluego dimpués le da a uté la sangre del braso.

Que se lo pregunten al difunto D. Pascual Muñoz el de la tienda de jierros, padre del marqués de Casa-Muñoz, que era el hombre de más afloencias en estos arrabales, y me dijo mismamente aquel día: 'Amigo Platón, vengan esos cinco'. Y aluego jui con el propio D. Pascual a Palacio, y D. Pascual subió a pleticar con la Reina, y pronto bajó con aquel papé firmado por la Reina en que les daba la gran patá a los moderaos.

Paesen hechos de masapán de Toledo... Aluego allá ellos... Si se najan, la farta será del gobernaó... Que les den lo suyo; los toritos no piden más que eso. ¿Te acuerdas de los muruves de Pascua? ¡Qué toritos! Dejaban el cuerno en los jacos y se queaban ¡dormíos, dormíos!

Aluego me lo diho a ... y aquí etamo. ¿Y ha preguntado usted a alguien más? Uté e er primé señorito que sale de eta casa dende que aguardo. ¿Y es usted criada ahora de la madre de la señorita? No señó; yo estoy casá y trabaho en la frábica. ¿En qué fábrica? ¡Toma! ¿En cuál ha de ? En la de sigarro. ¿Quiere uté que vuerva por la repueta? , venga usted al oscurecer.

No era una pelandusca; es la sobrina der marqués, una partidaria del maestro, y los toreros ya sabe usté que han de estar bien con la gente que puede. Hay que vivir der público. ¿Qué mal hay en esto?... Aluego, en er cortijo, ¡na! Se lo juro a usté por los míos: ¡na! ¡Güeno soy yo pa aguantar ese mochuelo, aunque me lo mandase mi mataor!

No hay quien un perro chico por oír la guitarra de verdá, ¿sabuté?... Aluego epué yo he tenío argunas crujías onde s'ha ido la guita sin sentirlo... Grasia que haya podido horadar hasta aquí... Hablaba con mucho aplomo y una entonación grave y persuasiva, que es en Andalucía general entre los hombres de la plebe cuando se hacen viejos.

Se os mete una cosa en la cabesa, y eso ha de ser. ¿Es que crees que no hay autoriá, ni leyes, ni reglamento de plaza, y que basta que a una mujer se le ocurra abrazarse al marío y tené miedo, pa que se suspenda una corría y se quee el público con un parmo de narises?... dirás lo que quieras a Juan, pero será aluego de la corría. Con la autoría no se juega; iríamos toos a la cársel.

Aunque desconfiado, le he visto muchas veces torear con arte y en corto y meterse como Dios manda... Al que no puedo resistir es al Gordo. ¡En la vida le he visto medio aplomado, ni pinchar más que a paso de banderillas! Tampoco creo eso que usté dise: ar Gordo le pasa lo que a too nosotro; si er toro acude bien, güeno; si no tiene gana, malo. Y aluego ¿qué se pué esí de la muleta?

La otra, muy ofendida, se plantó en la salida del patio, cortándola el paso, al par que la decía, con desparpajo y retintín: ¡Oiga Vd., señorita! ¿qué es lo que se ha figurao Vd.? Yo no soy denguna fregona, ¿está Vd.? Soy la Engracia. ¿Conque se arranca, Vd. a venir a preguntar por el novio, y aluego tié Vd. a menos hablar conmigo?

El ansia por saber de Pepe pudo al fin más que el amor propio, y pensó que la escena no podía prolongarse arriba de unos minutos. Ese caballero tiene un hijo que está en el Norte, ¿verdad?... ¿Sabe Vd. si se han recibido noticias suyas? señora, esta mañana precisamente: como que aluego de recibir la carta se quedó don José más tranquilo que está esa criatura.